Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 16 de junio de 2025


Van desapareciendo poco á poco las antipatías de raza, van suavizándose las rivalidades de nacionalidad; las corrientes de la humanidad se muestran en su curso convergentes; y si la unificacion está léjos todavía, no tan remota que el anteojo de la filosofía no la divise en lontananza.

Sabe descubrirnos los abismos más recónditos del corazón; guiarnos por sus más ocultas sendas; revelarnos todas sus simpatías y antipatías; retratarnos todas sus modificaciones y estados de la manera más elocuente, con la particularidad de que los rasgos aislados de que se vale, constituyen una imagen completa y un individuo vivo y distinto.

Y en esa certidumbre, al mismo tiempo que en sus propias antipatías contra los nihilistas, encontraban muchos una prueba del homicidio: la amiga de Vérod había debido de pensar, no en matarse, sino por el contrario, en gozar cuanto fuese posible de su nuevo amor: el Príncipe y la Natzichet la habían asesinado.

El pobre es algo rudo: resabios de su pasado; pero es bueno y ama a Dios. Y el «santo» parecía sufrir al verse entre estas dos antipatías. No se engañaba el Indio converso al sospechar que su protector concedía algún apoyo a sus huéspedes.

Mas como al fin no hay mortal que esté libre de defectos, nuestro Canelo tenía algunos, aunque de poca monta, que la imparcialidad obliga á confesar. Decíase, con razón, que era un tanto caprichoso y no bastante justificado en sus antipatías.

Dimmesdale, con la conciencia de que el veneno de algún punto mórbido en su espíritu le estaba inficionando todo el corazón, atribuía á esto todos sus presentimientos. Se empeñó, pues, en curarse de sus antipatías hacia el viejo médico, y sin parar mientes en lo que debía haber deducido de ellas, hizo cuanto pudo para extirparlas.

Conversábamos y charlábamos; sobre todo yo que le contaba los acontecimientos de mi vida, mis pequeñas tristezas, mis ensueños y mis antipatías. ¡Oh, que tarde tan dulce, encantadora y deliciosa! De Couprat trepó a un cerezo, y el árbol violentamente sacudido dejó caer sobre mi toda su carga de lluvia.

Nuestro sacerdote unas veces se entristecía con ellos, pero otras se confortaba pensando que no debía de estar tan condenado y maldito cuando D. Miguel tomaba sus terribles dudas con tanta calma. Cuando a éste le retiraron las licencias no tuvo más remedio que buscar otro confesor. Convencido de la hostilidad con que le miraban D. Narciso, D. Melchor y D. Joaquín, no quiso desahogar con ninguno de ellos su conciencia, aunque bien sabía que en el tribunal de la penitencia nada tienen que hacer las simpatías o las antipatías. Fue a dar con un joven capellán, más joven aún que él, recién llegado del seminario. Era hijo de un carpintero de la villa, tan tímido y encogido que apenas sabía saludar, feliz de verse elevado sobre su antigua condición, tributando un respeto sin límites a todas las grandezas del cielo y a todas las pequeñeces de la tierra.

No pudo, sin embargo, guardar las fórmulas sociales con ella, y apenas la saludó, sin darle la mano. Mientras la joven hablaba con Bringas, la Pipaón de la Barca entraba y salía como si tal visita no estuviera en la casa. Fijándose en ella al paso, hubo de advertir algo que disminuyó sus antipatías.

Una solidaridad de sexo borraba de pronto las envidias y antipatías que separaban a los grupos femeniles. Señoras de diverso bando se juntaban para recorrer la cubierta con ojo avizor. Las inquietaba una ausencia larga de los maridos.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando