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Actualizado: 13 de mayo de 2025
En sus excursiones por Montmartre acompañando á sudamericanos ansiosos de gozar las falsas y pueriles delicias de los restoranes nocturnos, nunca había ido más allá de dicha plaza. Además, esta parte de París, vista de noche, ofrece un espectáculo engañoso que contrasta con la mediocridad de su fisonomía diurna.
Con la boca abierta y un pliegue vertical entre las cejas, contemplaban ansiosos las genuflexiones y manejos del hombre dorado y los gestos del hombre negro que le seguía en todas sus evoluciones. Eran pequeños alemanes que por primera vez veían una misa. Maltrana examinaba el público amasado en el salón. Gran concurrencia dijo . Ninguna fiesta de a bordo ha reunido a tanta mujer.
Campos Marquetti defiende la Ley Morúa. Nuestro Corresponsal, con sus disparos de Shrapnell criollo, causó ciento noventa muertos vistos al enemigo y ocupó el dedo gordo del pie derecho de un cabecilla. Todo esto y mucho más hubiera podido anunciar á mis ansiosos lectores, y para ello habría bastado que un grupo de alzados detuviera el tren.
Los portugueses habían llegado ya, caminando hacia Oriente. Los castellanos, caminando hacia el Occidente, ansiosos de circunnavegar el planeta, habían hallado un imprevisto obstáculo, un valladar inmenso, un continente extensísimo que se dilataba millares de leguas, casi desde un polo a otro, y que les cerraba el camino de Cipango, del Catay y de la India.
Las mujeres, los niños y los pocos hombres de edad madura que habían quedado buscaban refugio en el pórtico de la iglesia. Desde allí seguían con ojos ansiosos las peripecias del combate. Los niños enardecidos alentábamos con gritos á los nuestros. Costaba gran trabajo á las mujeres sujetarnos para que no volásemos al medio de la pelea.
Cuando Jacobo puso de nuevo el pie en la galería, y salieron a su encuentro Currita y otros amigos, ansiosos de darle la enhorabuena, el orgullo satisfecho reflejaba en su semblante una especie de vértigo, y hubiera gritado como el Nabucodonosor de la ópera: ¡Io non Ré, so Dio!...
Más allá de aquella escena de destrucción numerosos grupos de gentes aterrorizadas que huían á todo correr, ansiosos de alejarse cuanto antes de la funesta torre y de sus temibles defensores. ¡Una salida, Duguesclín! gritó el barón. Aprovechemos su confusión para salir de aquí y huir si posible es.
Todos los rectángulos de colores inventados por los hombres ansiosos de formar grupo aparte para distanciarse de sus semejantes figuraban en este rincón de la Patagonia: banderas de naciones existentes; banderas de naciones que habían muerto y deseaban revivir; banderas de naciones que no habían existido nunca y pugnaban por nacer.
Acudió esta seguida del diplomático, y un ligero grito que pareció arrancarle la admiración, y le arrancaban en realidad el temor y la sorpresa, se escapó de sus labios a la vista del estuche... Habíale recordado al punto otro enteramente semejante, con la sola diferencia de que sobre el oscuro terciopelo de la tapa de aquel otro se destacaba, bajo una corona de marqués, una caprichosa S de oro mate, y en este sólo se veía en aquel lugar un poco chafado el terciopelo... Tres segundos permaneció, sin embargo, inmóvil, contemplando el estuche, sin osar abrirlo; agrupábanse todos a su alrededor, oprimiéndola y estrujándola contra la mesa, ansiosos de contemplar la maravilla, y no hubo más remedio que apretar el resorte y levantar la tapa...
Los contempló desde lejos al través del follaje. La emoción la dejó clavada al suelo algunos instantes. Por encima del sentimiento de dolor y de ira que la embargaba asomó su cabeza el orgullo de mujer. Después de examinar con ojos ansiosos la figura de Amalia no pudo menos de murmurar con amargura: ¿De qué se habrá enamorado ese hombre? ¡Si es una gata disecada! Después pensó: ¿Qué se dirán?
Palabra del Dia
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