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Y tan es así, que una especie de visión, de destino providencial le animaba, que contra el parecer de la inmensa mayoría de sus conciudadanos, contra el parecer casi unánime de ellos, entendió que estaban maduros los tiempos, cuando todo el mundo pensaba que su tentativa habría de abortar como extraña aventura de dementes.

Aquel riente espectáculo, que parecía impregnado de la gracia y la alegría de mi Gloria adorada, perdió de pronto su encanto. Nada me decía. Su vida no era la mía. El espíritu de belleza vivo y ardiente que lo animaba rechazaba el mío, serio y contemplativo.

Tampoco sabemos á qué sirven muchos otros seres, y no obstante, ni por eso negamos su existencia, ni ponemos en duda su utilidad. ¿Quién nos ha dicho que la fuerza vital que reside en el bruto no haya de tener ningun objeto en destruyéndose la organizacion que ella animaba?

Y habló monótonamente de las propias desgracias, como si recitase una oración, mientras su sonrisa se iba borrando: aquella sonrisa que animaba la fealdad anémica de su rostro con una luz vagorosa de aurora. Seis hermanos suyos habían muerto en una tarde. Pertenecían al mismo batallón, y ella recibía la noticia de las seis muertes al mismo tiempo.

Un día es un día; hay que dar a la juventud lo suyo, y ella ¡ay! recordaba enternecida cuando el doctor Pajares era estudiante y se sentaba a su lado en la mesa. La merienda se animaba. Nelet había encendido la lámpara del comedor, y los moscardones y mariposas del vecino jardín, atraídos por la luz, aleteaban nerviosamente, chocando con la pantalla de porcelana.

Una India que las tazas ministraba, Muy vieja lagañosa y colmilluda, A todos los mancebos animaba Con su lengua mordaz y tartamuda: Entre otras muchas cosas que hablaba, Aquesta razon dice la barbuda: "En medio el Paraguay y Perú estamos Aquestos y á los otros resistamos."

El baile se animaba, la maledicencia y los recelos ridículos de la etiqueta fría e irracional de nobles y plebeyos codeándose, dejaban el puesto a otros vicios y pasiones.

Mantuvo un trato personal íntimo con el rey Maximiliano, que lo animaba cariñosamente en sus trabajos. Dedicóse entonces con el mayor celo á escribir, libre ya de obstáculos exteriores que se lo prohibiesen.

Al mismo tiempo sintió Juana que el brazo de Monthélin rodeaba su cintura. Despertose como de un sueño, levantose y rechazándole violentamente exclamó: ¡Ah, mi pobre señor! Si supieseis qué mal momento habéis elegido. No había como equivocarse sobre el acento de su voz y la expresión de su semblante, el sentimiento que la animaba era claramente el del desdén más frío e implacable.

En efecto, aquella luz tostaba el blanco rostro de la niña, lo encendía con reflejos de sol moribundo y lo animaba con la expresión ardiente y feroz de las naturalezas meridionales.