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Poco a poco la broma se convirtió en costumbre y merced a ella la ciudad solitaria, triste de día, se animaba al comenzar la noche, con una alegría exaltada, que parecía una excitación nerviosa de toda la «pobretería», como decían los tertulios de Vegallana.

Los ojos mostraban las pupilas dilatadas, con una veladura mate, como si fuesen ojos de cadáver. Un sueño pesado, letárgico, se apoderó de ella. Maltrana creyó por un momento que había muerto, pero al aproximar el oído a sus labios se tranquilizó. Una débil respiración animaba con su estertor el cuerpo inmóvil.

De vez en cuando, dando largos rodeos, que la hacían reír, Miguel sacaba la conversación de Pasajes y de Maximina, contándole por centésima vez todos los episodios de sus inocentes amores. Ella le escuchaba atenta, le animaba a seguir, pero guardándose de hacerle pregunta alguna acerca de sus designios.

A una reunion provocada por el jefe general de policia, que lo era Arismendi, acudieron varios vecinos notables de Carácas con el fin de tratar de las peticiones que debian elevarse al Congreso. Una carta circular de Paez los animaba tambien á emitir sus opiniones con plena franqueza y libertad.

Seguía D. Jaime observando siempre la misma conducta respecto a doña Luz. Sus atenciones no podían ser más delicadas ni más respetuosos sus requiebros. En alguna ocasión creyó advertir doña Luz que D. Jaime se animaba demasiado, pero el orgullo de ella acudía al punto a refrenar la lengua del galanteador, para lo cual bastaba un leve gesto de impaciencia o de disgusto o una mirada severa.

No sabía de ella más si no que era un sitio obscuro, con unos cartelones blancos en las paredes, lo cual no le animaba a entrar. Le alejaba también de aquel modesto centro de enseñanza el ver que los chicos de la calle no le consideraban como uno de los suyos, a causa de vivir fuera del pueblo y de andar siempre hecho un andrajoso.

Animaba tambien este Aquitofel á los sanguinarios enemigos con sus sazonados y agudos chistes. Y no ignorando el odio antiguo de los Brasileros, que aborrecen á los pastores de este rebaño, y para hartar tambien el suyo, se llamaba compañero de ellos, y se les ofrecia á correr la tierra, y recoger las cabezas de los PP. que cortasen las espadas vencedoras de Gomez Freire.

Gisbert de Rocafort hermano de Berenguer, y Dalmau de San Martín su tio, vieron á Berenguer que andaba metido en los peligros de la escaramuza, ó que les parecíese que animaba su gente contra ellos, ó lo que se tiene por mas cierto, viendo la ocasion de satisfacer su mal animo, y quitar el émulo á su hermano, Gisbert, y Dalmau cerraron juntos con él.

Al mundo hay que tratarlo siempre con muchísimo respeto. Yo bien que lo mejor es que uno sea un santo; pero como esto es dificilillo, hay que tener formalidad y no dar nunca malos ejemplos. Fíjate bien en esto; la dignidad siempre por delante, compañera». Hablando de esto, se animaba llegando hasta la elocuencia. «Porque mira , chulita, no predico yo la hipocresía.

No tenía miedo, pero maldecía la hora en que se le ocurrió entrar en la taberna, sitio extraño que parecía robarle su energía. Aquí había perdido aquella entereza que le animaba cuando sentía bajo sus plantas las tierras cultivadas á costa de tantos sacrificios y en cuya defensa estaba pronto á perder su vida.