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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Aquella distinguida sociedad vino provista de aquella exuberancia de animación, alegría y locuacidad, sin freno ni respeto alguno para el anfitrión, que la mayor parte distribuyó del modo más generoso posible, principalmente a costa de los festejados. La cosa hubiera terminado con escándalo, a no pertenecer los actores a la más alta escala social.
Señores dijo el anfitrión, al vernos vacilar acerca de nuestras respectivas colocaciones; exijo la mayor franqueza: en mi casa no se usan cumplimientos. ¡Ah, Fígaro! quiero que estés con toda comodidad; eres poeta, y además, estos señores, que saben nuestras íntimas relaciones, no se ofenderán si te prefiero; quítate el frac, no sea que le manches.
Nuestros dos franceses no habían apenas probado los vinos desde el principio de la comida. Julio Harvey, que era muy sobrio á causa de la gota, resultaba un triste anfitrión. Sorege tenía entablada una conversación, que parecía interesarle mucho, con Geo Seligman, el gran introductor de acciones de minas de oro en el mercado europeo.
De vez en cuando se atrevía algún cura a soltar frases de encomio a la habilidad de la guisandera; y el anfitrión, observando con disimulo quiénes de los convidados andaban remisos en mascar, les instaba a que se animasen, afirmando que era preciso aprovecharse de la sopa y del cocido, pues apenas había otra cosa.
La indicación fue buenamente aceptada; la puerta se abrió y cerró tras del anfitrión, y sus compañeros, apoyando las espaldas contra la pared y cobijándose bajo el alero del tejado, esperaron con el oído atento. Por algunos momentos no se oyó más sonido que el gotear del agua del alero y el de las ramas que luchaban contra el viento que las sacudía, crujiendo por encima de sus cabezas.
Había allí doce comensales, seis hombres y seis mujeres, además del anfitrión, Cipriano Marenval, célebre industrial que había hecho una inmensa fortuna fabricando y vendiendo una fécula alimenticia que lleva su nombre.
Apaciguada la primera furia del hambre, dice el anfitrión: Sí, tenemos que hablar largo y tendido. Soy todo orejas. Pues bien: ha de saber usted que yo presté dinero a un amigo mío empresario del Teatro de las Musas; no ha podido pagarme, y por tratos y combinaciones que hemos hecho, y con los cuales no quiero molestar a usted..., total, que me quedo de empresario.
El presidente del Consejo de ministros, que ocupaba el asiento frontero al del anfitrión, se puso de pie y con una copa en la diestra, rebosando de espuma. Comenzaban los brindis. Aquí fue donde la naturaleza deleznable del marqués sintió ciertas sacudidas eléctricas que le produjeron inevitables alucinaciones y desfallecimientos.
La cena no fue muy variada, pero abundante y sabrosa. Allí todo participaba del carácter sano y austero del señor de la torre. Carne y leche en dos o tres formas, y algún fruto de la tierra. Poco más o menos, como en casa de mi tío. Pero la amenidad que le faltaba a la cena por su propia sencillez, la hallábamos Neluco y yo bien cumplida en la palabra de nuestro noble anfitrión.
Este precio permitía a su anfitrión ser rumboroso, y desde ese año eran tres las aceitunas asignadas por cada cubierto.
Palabra del Dia
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