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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Almudena volvió hacia ella su rostro, y hasta podría decirse que la miró, si mirar es dirigir los ojos hacia un objeto, poniendo en ellos, ya que no la vista, la intención, y en cierto modo la atención, tan sostenida como ineficaz. Apretándole la mano, le dijo: «Amri, saber tú que servirte Almudena él, Almudena mí, como pierro. Amri, dicermi cosas tú... de cosas tigo.
La cogió Benina, mientras Almudena sacaba de su bolsillo, donde tenía multitud de herramientas, tijeras, canuto de agujas, navaja, etc., otro envoltorio con dos perras gordas. Añadió a ellas la que había recibido de D. Carlos, y lo dio todo a la pobre anciana, diciéndole: «Amri, arriglar así tigo. Sí, sí... Pongo lo mío de hoy, y ya falta tan poco, que no quiero molestarte más. ¡Gracias a Dios!
¡Qué ingratitud, Señor!... ¡Oh mundo... oh miseria!... Afrenta de Dios es hacer bien... Dir nosotros luejos... dirnos, amri... Dispreciar ti mondo malo. Dios ve los corazones de todos; el mío también lo ve... Véalo, Señor de los cielos y la tierra, véalo pronto».
Pero a todas estas razones oponía el marroquí, otras fortalecidas en el fuero y leyes de amor, que a todo se sobreponen. «Si tú quierer mí, amri, mí casar tigo».
A ver si encuentro a Almudena por el camino, que esta es la hora de subir él a la iglesia. Y si no nos tropezamos en la calle, de fijo está en el café de la Cruz del Rastro». Dirigiose allá, y en la calle de la Encomienda se encontraron: «Hijo, en tu busca iba le dijo la Benina cogiéndole por el brazo . Aquí tienes tu duro. Ya ves que sé cumplir. Amri, no tener priesa.
Al ver que las dos mujeres, después de atizarse un par de tintas, miraban burlonas al ciego y a Benina, esta tuvo miedo y quiso retirarse. «Dir tú no, Amri. Quedar migo le dijo el ciego cogiéndola de un brazo. Temo que armen bronca estas indinas... Acá vienen ya». Aproximáronse las tales, y pudo la Benina ver y examinar a su gusto el rostro de Pedra, de una hermosura desapacible y que despedía.
Cuando llegaron a San Bernardino, pensaba la anciana que mejor estaría descalza. «Amri le dijo Almudena cuando traspasaban la triste puerta del Asilo Municipal , no yorar ti... Aquí bien tigo migo... No yorar ti... contentado mí... Dar sopa, dar pan nosotras...». En su desolación, no quiso Benina contestarle.
¿Qué sucieder ti? Una cosa tremenda. Estoy que no vivo. Soy tan desgraciada, que si tú no me amparas me tiro por el viaducto... Como lo oyes. Amri... tirar no. Es que hay compromisos tan grandes, tan grandes, que parece imposible que se pueda salir de ellos. Te lo diré de una vez para que te hagas cargo: necesito un duro...
Lloraba con amargo desconsuelo, y las lágrimas calmaron sin duda, su loca furia. Acercose Benina un poquito, y vio su rostro inundado de llanto que le humedecía la barba. Sus ojos eran fuentes por donde su alma se descargaba del raudal de una pena infinita. Pausa larga. Almudena, con voz quejumbrosa de chiquillo castigado, llamó cariñosamente a su amiga. «Nina... amri... ¿Estar aquí ti?
Palabra del Dia
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