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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Luisa, en medio del tumulto y de aquellos feroces aullidos, no pensaba mas que en cubrir con su cuerpo a Catalina. La labradora ¡júzguese cuál sería su terror! acababa de reconocer al loco Yégof montado en un caballo alto y flaco, con la corona de hojalata en la cabeza, la barba erizada, empuñando una lanza y con la amplia piel de perro flotando sobre sus hombros.
Y los automóviles parecían envejecer en su inmovilidad, unas veces con las ruedas hundidas en la nieve del patio, otras cubiertos de lágrimas por la lluvia oblicua que se deslizaba bajo la amplia marquesina de cristales.
Despegadas las alas; suelta y flotante la leve vestidura, que la caricia de la luz en el bronce damasquinaba de oro; erguida la amplia frente; entreabiertos los labios por una serena sonrisa, todo en la actitud de Ariel acusaba admirablemente el gracioso arranque del vuelo; y con inspiración dichosa, el arte que había dado firmeza escultural a su imagen, había acertado a conservar en ella, al mismo tiempo, la apariencia seráfica y la levedad ideal.
Nunca fuimos ricos; teníamos lo necesario para pasar la vida; pero todo se fué acabando poco a poco; aquello era lo último que nos quedaba. En verdad que la tal casita no valía gran cosa; sin embargo, no había en Villaverde otra mejor. Ninguna más amplia, ni más alegre, ni mas cómoda.
La puerta de calle, cubierta por una inmensa cortina grana, daba entrada a una amplia galería tapizada de paño rojo y profusamente alumbrada y decorada por guirnaldas y flores. Dos lacayos de librea guardaban sus puertas de cada lado de la entrada. Se sentía allí un ambiente tibio y agradable.
Hermosa edad replicó el pintor, que dibujaba al amparo de la amplia pantalla de su lámpara. Es, en efecto, una hermosa edad continuó el señor de Pierrepont ; es la edad en que el hombre se halla en la plenitud de sus facultades, pero es al mismo tiempo una hora crítica, una hora decisiva en la vida y sobre todo en la vida de un ocioso, de un simple dilettante como yo.
Vuelto «Quitolis» a la oscuridad, guarda en el centro de su alma sus ideas reformadoras, harto poco definidas por el novelista, si bien o quieren ser como el alborear indeciso o la primera luz, si no de una nueva religión, de una interpretación amplia y algo racionalista de la que oficialmente seguimos. «Quitolis» después se queda ciego.
Cuatro grupos de faroles con ángeles de oro brillaban en los ángulos, y en su centro encogíase Jesús, un Jesús trágico, doloroso, sanguinolento, coronado de espinas, agobiado bajo el peso de la cruz, la faz cadavérica y los ojos lacrimosos, vestido con amplia túnica de terciopelo cubierta de flores de oro, hasta el punto de que la rica tela apenas se distinguía como débil arabesco entre las complicadas revueltas del bordado.
Casi siempre se reciben en invierno las visitas en torno del hogar, donde arde un monte de encina o de olivo y pasta de orujo, bajo la amplia campana de la chimenea.
Era ésta una amplia sala, decorada con cinco antiguos retratos de familia, los mejores de la colección, verdaderas piezas de museo, obras de grandes maestros. Terminada la lectura, dejó caer al suelo la última revista y absorviose en la contemplación del cuadro, firmado por el Tiziano, que tenía frente a su poltrona.
Palabra del Dia
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