United States or Morocco ? Vote for the TOP Country of the Week !


La esposa de Cuadros recibió con satisfacción infantil los dos sonoros besos de doña Manuela, y ella, lo mismo que Juanito, siguieron con amorosa mirada a la gallarda señora en su marcha entre el gentío del Mercado. Otra vez las compras; pero ahora fuera de la plaza, en la calle del Trench.

Cómo y lo que la marquesa quiere a esa niña; la escrupulosidad que pone en su incesante cuidado de que no manche sus alitas de ángel ni un átomo del polvo de las impurezas de aquella casa; de que tenga a su madre por la más amorosa y honrada de todas las madres, y de que no sepa cómo se vive en el mundo a que nació destinada, es imposible que puedas imaginártelo.

Le aseguro a usted, Amaury, que no es nada peligroso, y le prometo que han de pasar más de seis meses antes que el apocado Felipe se atreva a hacerme la menor insinuación amorosa. »No he creído necesario hablarle, a mi tío de asunto tan baladí. No es cosa de molestarle con tan poco fundamento; el pobre está cada día más abatido y es muy de temer que no tarde mucho en reunirse con su hija.

¿De veras, cielo? preguntó Celesto cogiéndola al mismo tiempo por la barba y clavándole sus ojos claros de besugo, encendidos por una chispa amorosa. Andrés consideró que debía salir a ver cómo andaban los caballos. No se habían movido del sitio; tranquilos, cabizbajos, abstraídos.

En suma, Baltasar y Amparo se hallaron como dos cuerpos unidos un instante por la afinidad amorosa, separados después por repulsiones invencibles, y que tendían incesantemente a irse cada cual por su lado.

Extractamos ya con brevedad la acción de esta comedia; pero la ampliaremos ahora, por ser á nuestro juicio la mejor de todas las de Gil Vicente. Inés, hija de una mujer de una clase baja, pero de pretensiones superiores á su estado, trabaja con tan mala voluntad, que su madre le regaña por su ridículo orgullo. Una alcahueta trae á la bella joven una carta amorosa de Pero Márquez, rico labrador.

¿Para qué ir a Tien-Hó? ¿Por qué no quedarme allá en aquel amable Pekín, comiendo nenúfares en caldo de azúcar, abandonándome a la somnolencia amorosa del «Reposo discreto» y yendo por las tardes azuladas a dar mi paseo del brazo del buen Mariskoff, por las terrazas de jaspe de la Purificación o bajo los cedros del Templo del Cielo?

¡Jesús, qué diablos de hombres! ¡Me habéis asustado! exclamó Flora pasando instantáneamente del enojo á la risa. Demetria no dijo nada, pero clavó sus grandes ojos límpidos en Nolo con expresión amorosa.

¡Crueldad notoria! -dijo Sancho-. ¡Desagradecimiento inaudito! Yo de decir que me rindiera y avasallara la más mínima razón amorosa suya. ¡Hideputa, y qué corazón de mármol, qué entrañas de bronce y qué alma de argamasa!

Mas no era por cierto muy desairada la situación del buen Migajas, quiero decir, que era hasta cierto punto correspondido en su loca pasión. ¿Quién puede medir la intensidad amorosa de un corazón de estopa ó serrín? El mundo está lleno de misterios.