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Actualizado: 11 de junio de 2025


Avanzaron los jinetes con gran trabajo entre la confusa muchedumbre. La curiosidad que inspiraban las originalidades de doña Sol había atraído a casi todas las damas de Sevilla. Las amigas la saludaban desde sus carruajes, encontrándola muy hermosa en su traje varonil.

A la hora indicada, y en el momento de entrar en casa de nuestras amigas, nos tropezamos con Francisca, la cual, después de haber saludado amablemente a la abuela, nos propuso acompañarnos. La abuela hizo un movimiento de protesta que Francisca aparentó no ver ni yo tampoco. En seguida llamé, para evitar la hostilidad de la abuela, a la que no hacía ninguna gracia la compañía de Francisca.

¡Ah, , Sol! y Sol le pasaba la mano por la frente, y le apartaba de ella los cabellos húmedos. Lucía arreglaba las almohadas de manera que Ana pudiera estar como sentada. Sus amigas todas rodeaban la cama, y Ana, sin fuerzas aun para hablar, les pagaba sus miradas de angustia con otras de reconocimiento. Parecía que era dichosa.

Al aparecer en un palco, con otras tres amigas, los cinco o seis mil espectadores que había en la plaza, clavaron la vista en Rafaela y rompieron en gritos de admiración y entusiasmo.

Ha hecho larga provisión de guantes, papel rosado, confites para sus amigas, esencias finas, jabones extraordinarios, pinceles pequeños, cosas todas muy útiles sin duda, pero que lo son mucho menos que una comida. ¡Quiera Dios, lo ignore siempre! A las seis estaba en la calle Cassette, casa del señor Laubepin.

Don Carlos no tenía más amistad que la de unos cuantos hongos, filosofastros y conspiradores; estos caballeros debían de estar solos en el mundo; si tenían hijos y mujer, no los presentaban ni hablaban de ellos nunca. Anita no tenía amigas. Además don Carlos la trataba como si fuese ella el arte, como si no tuviera sexo. Era aquella una educación neutra.

Además, conocía mucho señorío, del cual hablaba con desenfado. ¡Buenas cosas sabía ella de personas principales! Sentábanse las tres amigas juntas, no lejos de la ventana que daba al puerto.

Aquel rincón querido está formado por un ancho biombo japonés, entre cuyos repliegues se esconden las banquetas destinadas a la juventud, mientras inmensas palmeras proyectan su sombra fantástica sobre nuestro asilo. Cuando las señoras quieren librarse de nuestra importuna presencia, la abuela me hace una señal y me voy dócilmente a nuestro refugio, llevándome a mis amigas encantadas.

Todo se podía creer y de todo se podía dudar, porque todo cabía en ella en opinión de todas sus amigas. Entre los hombres discordaban mucho los pareceres: según las ocasiones y las circunstancias.

Las mujeres solicitaban ser presentadas á él, con la dulce esperanza de que sus amigas las envidiasen viéndolas en los brazos del maestro. Las invitaciones llovían sobre Julio. Se abrían á su paso los salones más inaccesibles. Todas las tardes adquiría una docena de amistades.

Palabra del Dia

rigoleto

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