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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Recibió por fin a Núñez, que diariamente le enviaba billetes inflamados; intimó con las amigas que se desvivían por distraerla y entró a formar parte de aquella sociedad divertida y galante. Fue una rebelión, una necesidad de su naturaleza, que de otro modo hubiera sucumbido.
Mientras tanto Nolo, que sentía vergüenza entre tanta gente, se deslizó sin despedirse, prometiéndose volver en seguida por si algo ocurría. Las amigas de Demetria, aunque se mostraban alegrísimas y no cesaban de pellizcarla y empujarla para dar testimonio de ello, ocultaban no obstante en el fondo de su alma una amarga decepción. Todas habían contado hallarla vestida de señorita.
Al anochecer, ellas y sus amigas pasean por esta bella plaza solitaria, de dos en dos, de tres en tres, cogidas de la cintura, con la cabeza inclinada a un lado, mientras cuchichean, mientras ríen, mientras cantan alguna vieja tonada melancólica. En el fondo, la iglesia se perfila en el azul negruzco; el aire es dulce; las estrellas fulguran.
Y usted es una de esas excepciones; y para que nunca caiga en el pecado de ponérsela, se lo advierto. ¿Y qué habría en ello de malo? Que con la mantilla dejaría usted de ser un tipo lindísimo y de pura raza santanderina, para confundirse con la vulgaridad de las señoritas más ó menos cursis. Yo tengo amigas que llevan el velo muy bien.
Claro que quien perdía principalmente era ella; pero de reflejo también se menoscababa la dignidad del sacerdote. La joven estaba avergonzada. No se presentaba en público ni en casa de sus amigas, y hasta procuraba ir a la iglesia a las horas en que no hubiese gente. Pero estaba aún más afligida, con la actitud de su confesor, que avergonzada.
Creía que una «villa» para el verano es el complemento de una familia distinguida que tiene coche; y en las tertulias, al dirigirse a sus amigas, llenábase la boca hablando de su «lindo hotelito» de Burjasot y de las innumerables comodidades que encerraba. La casa era mala, pero el paisaje magnífico.
Y librándose del entusiasta que marchaba a su encuentro con una caña en la mano, seguía adelante, siendo detenido en otra calle por un par de viejas amigas de su madre. Le pedían que fuese padrino del nieto de una de ellas.
Usted sabe bien por qué espero bailar con usted sola esta noche... Y mientras hablaba, con una presión suave de su brazo, sobre el cual se apoyaba la mano de la joven, la atrajo hacia él. María Teresa, turbada, trató de separarse un poco. Huberto continuó: ¿Quiere usted que la lleve donde están sus amigas?
Sí, lo concedo, y de eso tiene la culpa la educación moderna; pero, en suma, sus amigas de usted serían «dejadas por cuenta» puesto que los pretendientes que ellas aceptarían no las quieren... Pero entonces balbucí confundida, las solteronas han hecho ellas mismas su reputación... En mucha parte, sí afirmó la de Ribert.
Ninguno de sus chistes, de sus pasos y gestos pasaba inadvertido: las devotas que tenían la dicha de escucharlos o presenciarlos, se encargaban prontamente de difundirlos entre sus amigas.
Palabra del Dia
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