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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Vamos, Clementina, no siga usted que se lo va a creer.... Esta señora, Pilar añadió volviéndose a ella , se complace en decir mentiras agradables como otros en decir verdades amargas. Ya lo veo que es muy amable repuso la niña. No haga usted caso. Que es usted hermosa, está a la vista. ¡Oh, señora!...
Le recibió con amable sonrisa, almorzó con él, tratándole como a un camarada, y a los postres, cuando le vio ebrio, enarboló un látigo y vengó su antigua servidumbre, los golpes recibidos en la época de timidez y encogimiento, con una ferocidad encarnizada que manchó de sangre su habitación y atrajo la policía al hotel.
Una señora mayor, bondadosa y amable, la acompañaba, y precedíala una celadora, cabo femenino o presidiaria distinguida, de aspecto gitanesco y hombruno.
Pero si un sueño muere y la quimera amable nos olvida, cada cosa es un dardo que nos hiere, y lloran no sé qué miserere las cosas de la vida.
No le quisiera tener a usted de rival en un periódico. ¿Qué le ha dicho a usted? Ha estado muy amable. Tenga usted cuidado, por si acaso. Mire usted que estos son unos bandidos. Le he indicado que soy francés. Bah, no importa. Este verano han fusilado a un periodista alemán amigo mío. Tenga usted cuidado. ¡Oh! Lo tendré. Ahora, vamos a cenar.
Miradla por dentro, observadores de superficies: no hay día que no engañe a un nuevo pretendiente; veleidosa, infiel, perjura, desvanecida, envidiosa, áspera con los suyos, insufrible y altanera con su esposo: esa es la hermosura perfecta, cuya cara os engaña más que su careta. ¿Veis aquel hombre tan amable y tan cortés, tan comedido con las damas en la sociedad? ¡Qué deferencia! ¡Qué previsión! ¡Cuán sumiso debe ser!
No tenia la manía de querer entender mas que los pentos en las artes, los quales los remuneraba con dádivas y condecoraciones, sin envidiar en secreto su habilidad. Por la noche divertia mucho al rey, y mas á la reyna. Decia el rey: ¡Qué gran ministro! y la reyna: ¡Qué amable ministro! y ambos añadian: Lástima fuera que le hubieran ahorcado.
Después de dar la última mano de gato a sus cabellos, Manolito salía siempre en la amable compañía de sus botas charoladas a pasear por delante de la casa de Elorza, y calle arriba, calle abajo, allí se estaba todo el tiempo que le permitían sus ocupaciones y alguna parte también del que le prohibían.
Su alegría de hombre sano y bien equilibrado era comunicativa. Nadie dejaba de reirse cuando a él se le ocurría hacerlo. Aquella noche Ventura estaba muy amable y daba palmetazos en las espaldas a su marido pidiéndole que callase, que no podía comer en paz.
No ha tao mal contestó el torero sonriendo. Miguel no había dejado de ser nunca uno de los socios más asiduos del Ateneo. Aunque no tomaba parte en las discusiones sobre los pueblos semíticos, se había hecho notar bastante en los círculos privados que se formaban por las noches en el vasto corredor del establecimiento, y se le tenía por un amable y despejado compañero.
Palabra del Dia
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