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Actualizado: 21 de noviembre de 2025


Estaba servido en vaxilla de oro un excelente almuerzo; y miéntras comian granos de maiz los Paraguayeses en escudillas de palo, y en campo raso al calor del sol, se metió el padre reverendo en la enramada.

Un abrazo muy apretado y un millón de besos. ¿Te conviene el precio? Me conviene respondió D. Jenaro, cogiéndole la cabeza con las dos manos y besándola con ternura sobre los cabellos. Ahora ve a decir que nos pongan el almuerzo... Supongo que el señor almorzará con nosotros.

¿Qué día es hoy? ¿viernes?... ¿sábado? He perdido la cuenta del tiempo que llevo en el buque. Los días son dobles... dobles no, triples. Desde que despertamos hasta el almuerzo, un día; del almuerzo a la comida, otro; y de la comida a la hora de dormir, el día más largo para algunos, pues lo prolongan hasta que sale el sol... ¡Y siempre las mismas caras!

Era el 4 de noviembre de 1780, y el cura de Tungasuca, para celebrar a su santo patrón, que lo era también de su majestad Carlos III, tenía congregados en opíparo almuerzo a los más notables vecinos de la parroquia y algunos amigos de los pueblos inmediatos que, desde el amanecer, habían llegado a felicitarlo por su cumpleaños.

He aquí el discurso que le dirigió el de la bata, pasadas las primeras formalidades del saludo y del abrazo: «Amigo mío: estás en tu casa, elige la habitación que más te agrade y establécete en ella con toda libertad. Yo almuerzo solo, á la una y como á las ocho de la noche. Tendría mucho gusto en que me acompañaras á la mesa; pero si estas horas no te acomodan, puedes escoger otras para ti.

Y eran de ver las idas y venidas cuando confesé que todavía no me había desayunado. ¡En seguida, el cubierto, niñas! La mesa en medio del cuarto, el mantel del domingo, los platos de flores. No se rían tanto, hagan el favor, y vamos de prisita. Creo que, efectivamente, se apresuraron. Apenas en el tiempo necesario para romper tres platos, encontrose servido el almuerzo.

Estamos en el caso del que teniendo apetito desprecia un sabroso almuerzo con la esperanza de un suntuoso convite incierto, que se verificará o no se verificará más tarde. Substituyamos sabiamente a la esperanza de mañana el recuerdo de ayer, y veamos si tenemos razón en decir a propósito de todo: ¡Cosas de este país!

El criado empezó lentamente á dar la vuelta á la mesa sirviendo el primer plato del almuerzo. Ya que nadie habla en la mesa, dediquémonos un instante á observar la traza y figura de los que á ella se sientan, empezando por el conde, como jefe que es de la familia.

Maltrana, apiadándose de su impaciencia, preguntó a un camarero por la señora norteamericana. ¿Estaba enferma?... Y el doméstico volvió al poco rato con noticias. Había pedido que la sirviesen el almuerzo en su camarote. Tal vez estaba indispuesta. Esto hizo que Ojeda comiese de prisa, con un visible deseo de escapar cuanto antes... ¡Maud enferma!

Se marchó dos días antes que él... ¡Oh, Alteza! ¡cómo me acuerdo de aquello que nos dijo en un almuerzo sobre las mujeres!... Las conozco, príncipe: todas ellas son temibles enemigos. Y señalaba rencorosamente Lo que la palmera le dijo al agave. En vano el príncipe insistió en sus preguntas. No sabía más, no le inspiraba curiosidad la suerte de Castro.

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