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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Los insolentes franceses, mucho antes de la declaración de guerra, enviaban nubes de aeroplanos sobre las ciudades alemanas, bombardeándolas. Ferragut parpadeó de sorpresa. Esto era nuevo para él. Debía de haber ocurrido mientras estaba en alta mar. El autoritarismo verboso de la doctora no le permitió duda alguna... Además, aquella señora debía saber las cosas mejor que los que viven navegando.
Pero lo que arrastra mis ojos y los detienen, son aquellas deliciosas cabezas de mujeres; no hablo aún de los rostros, que pueden ser bellos e irregulares. Me refiero a la cabeza, levantándose, suelta, desprendida, el pelo partido al medio, cayendo en dos hondas tupidas que se recogen sobre la nuca, jamás lisa, como en aquellos largos pescuezos de las vírgenes alemanas.
Acaso, con excepcion de Stuttgard y Leipzic, ciudades alemanas cuyo movimiento de publicidad es vastísimo, no hay en Europa ninguna ciudad que, relativamente á sus proporciones, haga un uso tan extenso, variado y fecundo de la prensa, como Ginebra. Excepto, por desgracia, á los judíos.
NOTAS: Al menos es cierto que las noticias sobre la vida y obras de Cervantes, que se hallan en las modernas ediciones francesas y alemanas de Don Quijote, adolecen de tan groseros errores, que serían imperdonables, aun sin la existencia anterior de tan concienzudos trabajos.
Hullin temblaba de ira, haciendo responsable de la situación al contrabandista. Mientras tanto, Marcos Divès había rodeado el barranco, en lo que empleó una media hora, y comenzaba a divisar las dos compañías alemanas situadas, en posición de descanso, a cien pasos detrás de los cañones que hacían fuego sobre las trincheras.
A esta sazón, sin dejar la risa, dijo la duquesa: -Sancho Panza tiene razón en todo cuanto ha dicho, y la tendrá en todo cuanto dijere: él es limpio, y, como él dice, no tiene necesidad de lavarse; y si nuestra usanza no le contenta, su alma en su palma, cuanto más, que vosotros, ministros de la limpieza, habéis andado demasiadamente de remisos y descuidados, y no sé si diga atrevidos, a traer a tal personaje y a tales barbas, en lugar de fuentes y aguamaniles de oro puro y de alemanas toallas, artesillas y dornajos de palo y rodillas de aparadores.
Las palabras alemanas, al surgir rudas y sonoras por entre sus barbas de cáñamo rojo, provocaban en los balconajes una explosión de carcajadas y rubores femeniles. Era la risa gruesa que acompaña a los chistes equívocos. «¿Qué dice? ¿que dice?», preguntaban los más, al no entender estas agudezas germánicas. Y aunque no obtuviesen contestación, reían igualmente.
Cuando no es un príncipe el empresario indirecto, el explotador de la mina es alguna ciudad. De ahí esas casas de juego permanente abiertas ante la Europa, que contribuyen tanto á hacer saludables las aguas medicinales de Báden-Báden, Wiesbáden, Homburgo y otras ciudades alemanas de la hoya del Rin.
A diferencia de mis compañeros, yo continuaba leyendo y estudiando. Ninguno se preocupaba de que yo leyese, ni de los libros que leía. Y lo que yo leía eran obras francesas e inglesas, y traducciones alemanas al francés y al inglés, sobre crítica bíblica. Me apliqué a meditar sobre el problema de los Evangelios sinópticos. Era evidente, ¡ay!, era evidente.
Schmidt y J. Ph. Grasse. Se sabe ya con certeza que, hasta las más famosas poesías heróicas alemanas de la Edad Media, y los cuentos de Bocaccio, son, en su mayor parte, variaciones de los originales franceses primitivos.
Palabra del Dia
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