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Actualizado: 15 de mayo de 2025
«Bien estás donde estás, pedante belicoso», pensaba Desnoyers, acordándose de las conversaciones con su amigo el ruso. ¡Lástima que no estuviesen allí también todos los Herr Professor que se habían quedado en las universidades alemanas, sabios de indiscutible habilidad en su mayor parte para desmarcar los productos intelectuales, cambiando la terminología de las cosas!
Si se torna la vista hácia el Rin, se ve á lo léjos la bellísima cadena de la Floresta-Negra, como un inmenso crespon de complicadas formas, y se descubren en raros puntos algunos trozos medio escondidos de la blanca cinta del Rin; ó bien, mirando hácia el norte, el ojo se goza en abarcar las vastas y verdes llanuras alemanas que se desarrollan del lado de Darmstad y Francfort.
Donde quiera plazas irregulares, orilladas por magníficos monumentos, y casas de antiquísima planta, muy curiosas por su estructura, aunque carecen de la grada original y pintoresca de las construcciones holandesas, ó del sombrío romanticismo de las antiguas casas alemanas.
Las listas de muertos no habían dicho nada tal vez de los ausentes. Y las cartas seguían partiendo hacia las líneas alemanas: unas cartas que nunca recibiría el destinatario. «Contesta. Cuando no escribes es tal vez porque nos preparas una buena sorpresa. No olvides el collar. Envíanos un piano. Un armario tallado de comedor me gustaría mucho. Los franceses tienen cosas hermosas...»
Se adivinaba su trabajo por las pequeñas nubes amarillentas que flotaban en el aire, por las columnas de humo que surgían en varios puntos del paisaje, allí donde había ocultas tropas alemanas formando una línea que se perdía en el infinito. Una atmósfera de protección y respeto parecía envolver al castillo.
Estaba loco: todo aquello eran filosofías alemanas, monsergas confusas que habían inventado los impíos para ocultar su maldad, cuando tan claro y sencillo era creer en Dios y seguir lo que la Iglesia enseña. ¡Ay, si estuviera presente el Padre Paulí, que tan soberanas palizas soltaba desde el púlpito á los filósofos!...
El cementerio de Carlsruhe es uno de los mas hermosos de Alemania, apesar de su aspecto demasiado sombrío. Apropósito de Carlsruhe, es curioso notar el profundo contraste que hay entre las ciudades alemanas antiguas y modernas.
Entendamos la existencia como una respetable señora que anoche, cuando más se movía el buque y en esta última cubierta había una obscuridad que metía miedo, chillando el viento como mil legiones de demonios, se escandalizaba de que muchos hombres fuesen al comedor sin smoking y las artistas alemanas fumasen cigarrillos en el invernáculo.
Esta intimidación no producía terror: la gente aceptaba la visita como un espectáculo extraordinario é interesante. En vano los aviadores dejaban caer sobre la ciudad banderas alemanas con irónicos mensajes dando cuenta de los descalabros del ejército en retirada y de los fracasos de la ofensiva rusa. ¡Mentiras, todo mentiras!
-Yo no creo nada deso -respondió Sancho-, pero, con todo, haré lo que vuesa merced me manda, aunque no sé para qué hay necesidad de hacer esas experiencias, pues yo veo con mis mismos ojos que no nos habemos apartado de la ribera cinco varas, ni hemos decantado de donde están las alemañas dos varas, porque allí están Rocinante y el rucio en el propio lugar do los dejamos; y tomada la mira, como yo la tomo ahora, voto a tal que no nos movemos ni andamos al paso de una hormiga.
Palabra del Dia
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