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Actualizado: 26 de julio de 2025


Su ansia de enamorado sólo le dejaba pensar en el presente. ¿Y yo? dijo con tono de reproche . Me has abandonado en el mejor de nuestros instantes. Eres desgraciada; razón de más para que no me alejes de tu lado. Yo puedo alegrar tu vida... Adivino lo que piensas. No, no pretendo hablarte de amor.

12 Oh Dios, no te alejes de ; Dios mío, acude pronto a mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que buscan mi mal. 14 Mas yo siempre esperaré, y añadiré sobre toda tu alabanza. 17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud y hasta ahora; manifestaré tus maravillas.

Nunca me separaré de ese hombre al que he ofendido tanto, que se ve solo en el mundo y necesita de protección como un niño. ¿Por qué vas á participar de mi suerte? ¿Cómo vivir en amores con una eterna enfermera, al lado de un hombre bueno y ciego, al que ultrajaríamos continuamente con nuestra pasión?... No; mejor es que te alejes. Sigue tu camino solo y desembarazado.

MANRIQUE. ¡Ángel mío! LEONOR. Huyamos, ... ¿No ves allí en el claustro una sombra?... ¡Gran Dios! MANRIQUE. No hay nadie, nadie... fantástica ilusión. LEONOR. ¡Ven, no te alejes; tengo un miedo! No, no... te han visto... vete... pronto, vete por Dios... mira el abismo bajo mis pies abierto; no pretendas precipitarme en él.

Hermana... no te alejes de . DOROTEA. Este instante decide de tu suerte. Volverás al mundo... verás a Máximo. ELECTRA. ¿Cuándo? Mi madre me llama. Al sonar las últimas palabras de Electra, aparece la Sombra de Eleuteria, hermosa figura vestida de monja. ELECTRA, LA SOMBRA DE ELEUTERIA, que vagamente se destaca en la obscuridad del fondo. Electra avanza hacia ella.

Es el ministro. , él es, dijo la niña. Y tiene la mano sobre el corazón, madre. Eso es porque cuando el ministro escribió su nombre en el libro, el Hombre Negro le puso la señal en el pecho. Y ¿por qué no la lleva como fuera del pecho? Ve á jugar ahora, niña, y atorméntame después cuanto quieras, exclamó Ester. Pero no te alejes mucho. Quédate donde puedas oir la charla del arroyuelo.

No se meta usted en mis dominios, señora. ¡Eh!... Nela gritó Sofía, viendo que la muchacha estaba a larga distancia . No te alejes mucho; que te vea yo para saber lo que haces. ¡Pobre criatura! dijo Carlos . ¡Quién ha de decir que eso tiene diez y seis años!

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