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Actualizado: 16 de junio de 2025


Usted me permitirá que le diga una cosa, amigo Aldama... ¿Verdad que me lo permitirá...? Pues bien, su novia es muy guapa, es guapísima..., yo no he encontrado nunca otra más guapa. ¿He dicho algo? ¿Eh, eh? ¿He dicho algo...? El marquesito con la faz congestionada y los ojos un poco extraviados hacía guiños maliciosos y metía su cara por la de Tristán.

Nanín se volvió rojo, exasperado, y avanzando hasta acercar su cara a la de Aldama exclamó con furor: ¿Qué decía usted? Tristán, sin retroceder poco ni mucho, respondió con igual fiereza: Lo que todo el mundo sabe: que es usted un imbécil. El marquesito alzó la mano y Aldama rodó por el suelo.

Mi amigo Aldama es uno de los literatos que pudiéramos llamar simplistas; pero en la estrecha esfera en que se mueve, pocos, poquísimos le aventajarán. Yo apetezco, sin embargo, un arte más alto. ¿No es verdad, señores, que es una tristeza el observar cuán pobre es la cultura de nuestras escuelas en elementos científicos?

Tus versos no son advenedizos; demuestran que tienen algún arraigo en el país. ¡Vaya, vaya, Gustavo! exclamó riendo Aldama. ¡Que , querido, que ! El público necesita siempre una garantía... Un joven de agradable rostro y correctamente vestido iba a pasar por la salita, pero viendo a nuestros amigos se volvió recelosamente para no cruzar por delante de ellos.

Usted me permitirá que le diga otra cosa, ¿verdad que me lo permitirá...? , , me lo permite usted... Pues bien, amigo Aldama, usted es muy sabio, tiene mucho talento, pero ¿qué falta le hace a ella el talento? ¿No le parece a usted? Yo no tengo talento, es usted demasiado amable profirió Tristán visiblemente molesto ya.

¿Qué Nanín? preguntó Aldama por cuyos ojos pasó una nube. ¿Qué Nanín ha de ser? El marquesito del Lago. Me ha dicho que los ha visto en su casa y que había sentido mucho no encontrarle a usted. La impresión que Tristán sintió con estas palabras fue tan violenta, que un golpe en la cabeza no le hubiera dejado más aturdido y paralizado. Sólo pudo exclamar con forzada y estúpida sonrisa: «¡Ah

Mientras duró esta breve conversación los amigos de Tristán se burlaban de lo lindo, aunque en voz baja, del paisano. «¡Guardias, socorroexclamaba uno . «Tome usted la cartera. ¡No me haga usted daño por Diosdecía otro llevando la mano al bolsillo . «Pues habla en diminutivo con mucha dulzura.» «Será un bandido generoso como Diego Corrientes.» «Mirad qué pálido se ha quedado Aldama

Cuando ya se había sosegado un poco el entusiasmo y Aldama departía entre un círculo de amigos distribuidos por los divanes, apareció en el saloncillo la figura prolongada del ilustre Pareja, el sabio ateneísta, con su levitón flotante y el deslucido sombrero de copa en el cogote. Avanzó majestuosamente hasta el autor y estrechando su mano con fuerza exclamó: ¡Bravo, joven, bravo!

Desde el anochecer estaban en el café de la Carrera de San Jerónimo el Doctrino, Pinilla, Aldama y otros dos individuos de los que más trato tenían con el bolsillo del intendente revolucionario Elías Orejón. No hay otro medio mejor que el que Coletilla nos ha propuesto decía el Doctrino. Indudablemente ese zorro tiene talento.

Perdóneme usted este rasgo de orgullo póstumo. Hoy ya no lo siento, y porque no lo siento puedo decirle, amigo Aldama, que por encima de la gloria literaria, por encima de toda gloria humana, hay algo que los hombres deben respetar, y cuando no lo respetan dejan de ser hombres. Quede usted con Dios. ¿Hay Dios o no hay Dios? Si lo hay ¿dónde está?

Palabra del Dia

rigoleto

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