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Actualizado: 2 de junio de 2025


Además, deseaba revistar el cortijo antes que adelantase la noche, temiendo que el amo quisiera recorrerlo por un capricho de su embriaguez. En el patio se tropezó con Alcaparrón, que atraído por el ruido de la fiesta esperaba una coyuntura para introducirse en la sala con su pegajosidad de parásito. El aperador le amenazó con varios palos si seguía allí.

Alcaparrón dio un respingo para librarse de la garra del aperador, y moviendo las manos con ademanes femeniles, acabó por persiguarse. ¡Uy!, zeñó Rafaé y qué malo que es uzté... ¡Jozú! ¡y qué cosas dice este hombre!

Las muchachas, ruborosas en presencia del amo, a quien muchas de ellas veían por primera vez, retrocedían mirando al suelo, con las manos puestas ante la falda. Dupont las señalaba: ¡esta! ¡esta!... Y se fijó también en Mari-Cruz, la prima de Alcaparrón. , gitana, también. Eres feílla, pero tienes ángel y sabrás cantar.

La comare, que había hecho milagros, renegaba de su sabiduría si antes de dos días no lograba deshacer la bola de fuego que ahogaba a la muchacha. Y los dos días transcurrieron, y otros dos más, sin que la pobre Mari-Cruz experimentase alivio. Alcaparrón seguía sollozando fuera de la gañanía, para que no le oyese la enferma. ¡Cada vez peor! ¡No podía estar acostada! ¡se ahogaba!

Tal vez esta creencia equivale a una cobardía: no puedes comprenderme, Alcaparrón. Pero, ¡ay! ¡la Muerte! ¡la incógnita, que nos espía y nos sigue, burlándose de nuestras soberbias y nuestras satisfacciones!... Yo la desprecio, me río de ella, la espero sin miedo para descansar de una vez: y como yo, muchísimos.

Salvatierra fuese hacia el hogar al ver que el arreador se ponía de pie ofreciéndole su asiento. El tío Zarandilla se acomodó en el suelo junto a don Fernando, y éste, al mirar en torno, encontró los ojos de Alcaparrón y su dentadura caballar que brillaban al sonreírle. Mire su mercé, señó: esta es mi mamá.

La vieja tenía razón; esto güele a palos. Otro curioso iba también de grupo en grupo, oyendo las conversaciones. Era Alcaparrón, con el doble sombrero hundido basta las orejas, moviendo su cuerpo, con femenil contoneo, dentro del traje haraposo. Los gañanes acogíanlo con risas. ¿

Y Alcaparrón continuaba sus lamentaciones. ¡Si no hubiese muerto el pobrecito! En lugar de sus primas estarían él y sus hermanos disfrutando tantas riquezas.

Llegó la hora de cenar; vinieron a servir a la mesa unos grandes picaros, que los bravos llaman cañones. Sentámonos todos juntos a la mesa: aparecióse luego el alcaparrón, y con esto empezaron por bienvenido a beber a mi honra, que yo de ninguna manera, hasta que la vi beber, no entendí que tenía tanta. Vino pescado y carne, y todo con apetitos de sed.

Aquel infeliz no conocía categorías; juzgaba por el renombre, y considerándole un personaje poderoso, una autoridad, temblaba, ocultando su turbación con la sonrisa aduladora de las razas eternamente perseguidas. Don Fernando continuó el aperador. Usté que tiene amigos en el extranjero podía arreglarle el viaje a Alcaparrón. A ver si en aquellas tierras hacía tanta suerte como sus primas.

Palabra del Dia

lanterna

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