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Había el príncipe de Polignac puesto en sus esperanzas, y me distinguía con una familiaridad política que acaso no mereciera. En las confidencias con este grande hombre, entreveía un alma real, un espíritu dispuesto ya para la emigración y un corazón alarmado por la conciencia.

El marqués, por su parte, había ya desahogado su corazón en el perro amarillento de Kamschatka, y Currita se apresuró a desahogarlo también en la fina amistad de Juanito Velarde, que acudió muy alarmado a pedir categóricas explicaciones del hecho.

El descubridor, alarmado por los insufribles calores que le salían al encuentro, vio en ellos una confirmación indiscutible de las opiniones de los hombres doctos de su época, y volvía la proa a Poniente, no osando avanzar más en el temido Austro. Una gran sorpresa le esperaba. El mundo no era redondo, como habían creído Ptolomeo y otros.

Pero pronto viene á sacarla de dudas el mismo Cayo en persona, que, alarmado por unas palabras que le dijo el tribuno tercero allá entre bastidores, viene á dar con su madre y le manda que escuche y tiemble, con cuyo mandato Cornelia se hace toda oídos y se pone á temblar como un azogado.

Yo creo que estás loco, sobrino... ¿qué preguntas son esas y qué empeño? Empeño... no por cierto... pero me ha hablado tanto de lo buena que es su majestad mi amigo don Francisco de Quevedo... El cocinero mayor estaba alarmado. ¿Conoces á la reina por ventura? dijo.

En vano advierto el espíritu, alarmado por la emoción intensa, que la memoria despierta en el corazón ofuscando el juicio; en vano advierte que la historia inglesa no es sino el desenvolvimiento del egoísmo inglés, que esas libertades públicas, tan caramente conquistadas, eran sólo para el pueblo inglés, que por siglos enteros vivieron amuralladas en la isla británica, sin influencia ninguna sobre los destinos de la Europa y del mundo.

Algo alarmado, parose pensando en el aguardiente que había escondido prudentemente. Esto no suena a aguardiente dijo el jugador. Sin embargo, hasta que a través del temporal vio la fogata y en torno de ella el grupo, no se convenció de que todo ello era una broma de buen género.

Cuando al fin pudo entrar, vió libros, muchos libros, libros por todas partes, esparcidos en el suelo, alineados sobre tablas, apilados en los rincones, invadiendo sillas desvencijadas, mesas viejas, y una cama que sólo era rehecha de tarde en tarde, cuando el dueño, alarmado por la creciente invasión de polvo y telarañas, reclamaba el auxilio de una amiga de la portera.

Donde pongo el ojo... pues bien, como decía, al cómplice lo traspasaba; , prefiero esto; la pistola es del drama moderno, es prosaica; de modo que le mataría con arma blanca.... Pero voy a mi tesis.... Mi tesis era... ¿qué?... ¿usted recuerda? Don Álvaro no recordaba, pero lo de matar al cómplice con arma blanca le había alarmado un poco.

En ella me decía que la enferma había sufrido un ataque horrible; que el doctor se mostraba muy alarmado e inquieto, y que la cosa iba mal, muy mal. «Yo quiero que estés aquí, en caso de una desgracia, para que me acompañes y me ayudes. Juana hace cuanto puede. La pobre ya no sirve para cuidar a un enfermo, y la criada no tiene modo. ¡Qué falta me hace Angelina!