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Actualizado: 19 de junio de 2025
-Y ¡cómo, madre! -dijo Sanchica-. Pluguiese a Dios que fuese antes hoy que mañana, aunque dijesen los que me viesen ir sentada con mi señora madre en aquel coche: ¡Mirad la tal por cual, hija del harto de ajos, y cómo va sentada y tendida en el coche, como si fuera una papesa! Pero pisen ellos los lodos, y ándeme yo en mi coche, levantados los pies del suelo. ¡Mal año y mal mes para cuantos murmuradores hay en el mundo, y ándeme yo caliente, y ríase la gente! ¿Digo bien, madre mía?
Cuando á mi vecino Simon le metieron en la carcel y le dieron de palos, por no poder declarar en un robo que se cometió cerca de su casa, ¡abá! por dos reales y medio y una rosca de ajos, le sacó el escribiente. Y yo le ví á Simon que apenas podía andar y tuvo que guardar cama lo menos un mes. ¡Ay! se le pudrió el trasero, ¡abá! ¡y murió de resultas!
Los portugueses porfiaban con mucha eficacia que no habia otra cura para aquella enfermedad que el agrio de limon, con el cual talvez mezclaban agí, ajos y sal: pero el cirujano les mostró el error en que estaban, pues tomando á su cuenta el enfermo que tenian de mas peligro, á dos dias se le dió sano, sin haber aplicado cosa alguna de las sobredichas para matar al bicho, teniendo por cierto que no habia tal animal.
Allí tiene nueces, castañas, almendras, batatas, cirolitas imperiales envueltas en papel para que se pasen, guindas en aguardiente, orejones y otras mil chucherías. Los pimientos picantes, las guindillas y cornetas y los ajos, cuelgan en ristras al lado del bacalao, en la parte menos pulcra.
Quilito, colérico, dio un empujón al tío, que volvió a cogerle de la cintura, echando más ajos que nunca, furioso también; el joven entonces, las manos libres, sacó el revólver y puso la boca del cañón en la frente del atorrante. Suéltame, suéltame o te mato. La sorpresa de Agapo fué tan grande que, maquinalmente, le soltó. Y Quilito, en salvo, a la distancia, le apuntaba con el arma.
Se tapa bien y se pone al horno fuerte durante una hora; se saca y agrega medio litro de vino blanco, otro medio de caldo, cebolla, perejil, zanahorias, laurel, tomillo, pimienta y clavo entero, una cabeza de ajos y sal. Se cuece hasta reducirse la salsa; se saca y se coloca en una fuente plana; se le rocía con la salsa pasada y se mete al horno. Se sirve adornando la fuente.
Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegé a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según tú dices, que a mí me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma. ¡Oh canalla! -gritó a esta sazón Sancho- ¡Oh encantadores aciagos y malintencionados, y quién os viera a todos ensartados por las agallas, como sardinas en lercha!
CHULETAS DE CERDO. Se cortan delgadas, se adoban un buen rato con sal y ajos, y luego se envuelven en pan molido y se fríen o asan en la parrilla. JAMÓN FRITO. Se cortan las magras delgaditas y se tienen remojando un buen rato, se secan con un paño limpio y se fríen en aceite muy caliente, teniéndolas sólo un momento por cada lado.
Poco antes de comerlas se pone en una sartén con aceite, media docena de dientes de ajo chafados y cuando se han frito los ajos se tiran y se echa pimiento molido y las migas; se las da vueltas sin cesar hasta que queden jugosas, pero bastante secas. En vez de pimiento molido es mucho mejor darles color con trocitos de jamón y longaniza.
También ellos, pobres y siempre alcanzados, tenían su pavo como el que más, gracias a los estirones que D.ª Laura daba al dinero, y tenían, asimismo, sus tres besugos de dos libras y media, que se presentarían engalanados de olorosos ajos y limón. Don José era el hombre más venturoso de Madrid desde el día 22.
Palabra del Dia
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