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Por curiosidad y por aburrimiento, luego de acostar a Karl, se había asomado a aquella galería para ver el baile. ¡Vivía tan aislada!... Y con una contracción de su mano, oculta entre las de Fernando, agradeció la bondad de éste al ocuparse de ella. Luego, su rostro fue animándose con una sonrisa pálida que pretendía ser maliciosa. Se asombraba otra vez de verle solo.

En el gabinete persa, que era una rotonda aislada en cierto modo de la casa, había luz. Dió dos golpecitos a la puerta diciendo por el agujero de la cerradura: Soy yo, Ventura. ¡Abre! Gonzalo está ahí. La puerta se abrió, en efecto. Apareció Ventura más pálida que una muerta. El duque de Tornos estaba en el otro extremo, y se dirigía a una ventana para saltar por ella.

Mi amor: ¡ella duerme! ¡Que su sueño eterno pueda ser profundo! ¡Que los gusanos se deslicen dulcemente a su alrededor! ¡Que en el fondo del bosque viejo y sombrío, alguna gran tumba pueda abrirse para ella, alguna gran tumba que haya cerrado otras veces como alas sus negros «panneaux» triunfantes, por encima de los estandartes funerarios bordados con las armas de su ilustre familia; alguna tumba lejana y aislada contra la portada de la cual ella haya en su infancia lanzado tantas piedras ociosas; algún sepulcro cuya puerta sonora no le devuelva jamás nuevos ecos, a ella, pobre hija del pecado, que en otro tiempo se estremecía al pensamiento de que fueran los muertos quienes le respondiesen gimiendo!

Dicen que el rey Dorotea bajó la voz dicen que el rey ha amado á doña Clara; que ha tenido empeño; que ha enviado á Nápoles al coronel Ignacio Soldevilla, para dejarla más aislada; pero que, á pesar de esto, el rey se ha llevado chasco.

Los dos brazos del arroyo nos parecían anchísimos estrechos, y para convencernos más de nuestra soledad en la inmensidad de las aguas, hasta les dábamos el nombre de océanos: uno era para nosotros el Pacífico; el otro, el Atlántico. Una piedra aislada sobre la que chocaba la corriente, se llamaba la blanca Albión, y más lejos, una cabellera de limo detenida por la arena, era la verde Erin.

aquí, en fin, el estado habitual del moral: debilidad de las facultades intelectuales, indiferencia profunda, temores pueriles, alucinaciones de los sentidos, como si el alma estuviera aislada é independiente del cuerpo; hay frecuentemente mal humor, desaliento, y una tristeza que se eleva hasta la hipocondría. Pero en el fondo hay siempre una falta de voluntad y de inteligencia.

Con más razón que los chinos, porque sus montañas volcánicas son de una perfecta belleza de forma, los japoneses miran con adoración las cumbres nevadas. No hay ídolo en el mundo que pueda compararse á su magnífico Furiyama, á la «montaña simpar» que se yergue casi aislada en medio del campo, cubierta abajo de selvas, vestida de nieves arriba.

En todas sus relaciones con esa sociedad, no había sin embargo nada que la hiciera comprender que pertenecía á ella. Cada gesto, cada palabra, y hasta el silencio mismo de aquellos con quienes se ponía en contacto, implicaban y expresaban con frecuencia la idea de que estaba desterrada, y tan aislada como si habitase en otra esfera.

Además, ¿adónde iré yo que no esté más fuera de mi sitio, más aislada que en Villafría? ¿Dónde me presentaré que no sea mirada como una aventurera? Casi estoy fuera de toda clase social. Mis parientes me humillarían si me fuese con ellos. Si me fuese sola, dirían todos como D. Acisclo, que yo era una vaca sin cencerro.

Sin que sus padres se apercibiesen, escapóse del lugarejo y tomando la direccion de Aten, llegó á este pueblo, donde, sin ser vista, se introdujo en una casa aislada, y apoderándose de toda la sal que pudo encontrar, volvió á Irimo con el producto de su robo.