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Actualizado: 22 de junio de 2025


Pero si yo, con mi tendencia a la gravedad, lo hubiera entristecido, lea mi amiga la «Crotalogía» del licenciado Francisco Agustín Florencio, que es un libro clásico muy divertido.

El que hubiera pasado por la plazuela de San Agustín a la hora de las once de la noche del 22 de octubre de 1743, habría visto un bulto sobre la cornisa de la fachada del templo, esforzándose a penetrar en él por una estrecha claraboya.

Colocaba en los cajones los libros, después de sacudirles el polvo, por el orden señalado en el catálogo escrito por don Carlos. Vio un tomo en francés, forrado de cartulina amarilla; creyó que era una de aquellas novelas que su padre le prohibía leer y ya iba a dejar el libro cuando leyó en el lomo: Confesiones de San Agustín. ¿Qué hacía allí San Agustín?

El levantamiento del ilustre Teófilo, anónima, con la fecha del año 1619. La inclinación española, anónima, 1617. Mientras yo podo las viñas... de Agustín Castellano, 1610. La paciencia en la fortuna, anónima, con licencia de 1615. El burlado burlador, anónima, acabóse en 1627. El bastardo de Castilla, anónima, con licencia de 1641.

10 Tetis y Peleo, fiesta que se hizo á las bodas de la serenísima señora Doña María Teresa de Austria, reina de Francia, de D. José de Bolea. 11 Nuestra Señora de la Luz, de D. Francisco Salgado. 12 Cómo se vengan los nobles, de D. Agustín Moreto. 1 El bruto de Babilonia, de D. Juan de Matos Fragoso, D. Agustín Moreto y D. Jerónimo de Cáncer. 2 La montañesa de Asturias, de Luis Vélez de Guevara.

Comienza con un largo sermón de un fraile, citando muchos autores, entre otros, á Boetius, de Consolatione; á San Agustín, de Angelorum Choris, y á San Remigio, de Dignitate Sacerdotum. «Estos hombres doctos, dice, me mandan venir á este santo anfiteatro para anunciar los personajes que saldrán en seguida; la obra que veréis, se titula Los misterios de la Virgen

Cuál fuese después en las Indias, no me parece lo podré declarar mejor ni con prueba más cierta y convincente, que con el universal sentir de toda esta provincia, que le acomodó aquellas palabras copiossisime Sanctus, con que San Agustín epilogó las virtudes de su grande amigo San Paulino, fundado este concepto tan alto en el grande celo, humildad profundísima, ardientísima caridad, trabajos apostólicos, desprecio de mismo y de su vida y otras heroicas virtudes, que conservó invariablemente en el largo espacio de cuarenta y uno ó cuarenta y dos años que aquí gastó en servicio de Dios y provecho de las almas.

6 En el sueño está la muerte, de D. Jerónimo Guedeja Quiroga. 7 Los siete durmientes, de D. Agustín Moreto. 8 Los dos filósofos de Grecia, de D. Fernando de Zárate. 9 La lealtad en las injurias, de D. Diego de Figueroa y Córdova. 10 La Reina en el Buen Retiro, de D. Antonio Martínez. 11 Mudarse por mejorarse, de D. Fernando de Zárate.

Comprenden este seno, al O. la cordillera de los montes de Apo, que corren paralelamente á la costa, en cuya parte central se levanta dominando el gran volcán del mismo nombre, tal vez el más elevado de la isla, que sólo á grandes intervalos ligeras señales de actividad, y al E. la extremidad de la gran cordillera que desde las inmediaciones de Sinigao se dirige hacia el S. y termina en el cabo de San Agustín.

Yo no duermo nada si no llevo mis almohadas. A Agustín no hay quien le quite de la cabeza el llevar una jofaina para lavarse dos o tres veces en el camino. Mi maletita-tocador no se puede quedar atrás, porque no me gusta llegar a las estaciones hecha una facha.

Palabra del Dia

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