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Actualizado: 19 de octubre de 2025


A ti, que todo lo penetras, ¿cómo he de intentar engañarte? Pero, francamente, mis chistes y agudezas, mis habilidades, mis talentos de sociedad, todo queda deslucido sin algo de filosofía. La filosofía se ha puesto en moda entre las señoras de los círculos aristocráticos, a quienes sirvo, pretendo y tal vez enamoro. Me falta este charol; dámele, y seré irresistible.

No se cansaban nunca de tributar el homenaje de su agradecimiento á los poetas, que ya les ofrecían las poderosas creaciones de su imaginación, ya deleitaban su espíritu con gratos ensueños, ya los llevaban á las regiones etéreas en alas de su devoción, ya, por último, se solazaban con ellos con chistes y agudezas.

Fernando se permitía algunas agudezas de vez en cuando, porque era hombre, como todos saben, que poseía en grado eminente la propensión á la burla, que ha sido siempre constantemente adorno del carácter borbónico. Coletilla, que no acostumbraba á reírse, reía también, por considerar desacato no reproducir en su fisonomía complaciente y esclava todas las alteraciones de la regia faz de su amo.

¡Vaya si lo había visto Currita!... Como que el berrenchín que tenía por dentro era la nerviosa musa que inspiraba aquella noche sus aceradas agudezas, y desde que terminó el acto no había perdido de vista un momento a Jacobo, viéndole comenzar su toumée por los palcos de las damas, que le recibían todas en palmas, mimándole y agasajándole con sus más encantadoras sonrisas y sus más dulces palabras. Isabel Mazacán, sobre todo, parecía querer comérselo, y por dos o tres veces, mientras le tuvo en el palco lanzó al de Currita una mirada que parecía decirle: ¡Rabia de firme!...

Lo que hay, en nuestra opinión, es un admirable conjunto de enrevesados conceptos y de sentenciosas agudezas, donde son de admirar la riqueza y primor de nuestro idioma, y la maestría y el talento del escritor que de él se vale, pero donde no acertamos a ver sino apotegmas de moral práctica, casi siempre tomados de antiguos escritores, y alguna vez de la observación perspicaz del mismo Gracián, que era, por cierto, un verdadero hombre de mundo.

El maestro de ceremonias era un tal Boston, célebre taravilla, y la ocasión parecía prestarle magnífica ocasión para lucir sus chistes y agudezas. Este ingenioso bufón pasó dos días preparando una parodia del ceremonial de la iglesia, con algunas alusiones de sabor local. Ensayose convenientemente el coro y se eligió padrino a Alejandro Tipton.

Al compás de la navaja se recitaban versos amenizados con agudezas políticas; y las voces camarilla, coletilla, trágala, Elio, la Bisbal, Vinuesa, formaban el fondo de la conversación. Así lo decía él. Más lejos estaba la tienda de géneros de unos irlandeses establecidos aquí desde el siglo pasado.

Uno de los fusilados en esa ocasión fué Frasquito, muchacho andaluz muy popular por sus chistes y agudezas, y que era el amanuense de Rodil. Al recibir Rodil la carta u oficio en que Canterac le transcribía el artículo de capitulación concerniente al Callao, exclamó furioso: ¡Canario! Que capitulen ellos que se dejaron derrotar, y no yo. ¿Abogaderas conmigo?

Y milagro será que no vengan también con lo de «ser natural de la diócesis». ¡Idiotas! ¡Qué poco sentido práctico tienen esos falsos católicos!... Glocester debe de ser el corresponsal de ese papelucho; esas agudezas romas son de él. ¡Puf! ¡qué enemigos, Señor, qué enemigos! ¡bestias, nada más que bestias!

El padre Maury y Talleyrand le llaman discípulo: es un diccionario de fechas, un catálogo de acontecimientos, un archivo de anécdotas, una mina de agudezas. Nunca ha querido escribir por temor de perder su preeminencia, pero en cambio presume de narrador.

Palabra del Dia

aprietes

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