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-Yo creo -dijo la duquesa- que mi buena doña Rodríguez tiene razón, y muy grande; pero conviene que aguarde tiempo para volver por y por las demás dueñas, para confundir la mala opinión de aquel mal boticario, y desarraigar la que tiene en su pecho el gran Sancho Panza.

Del Corazón de María... del Corazón de María respondió llevándose el dedito a la frente como para recapacitar. Aguarde usted un poco... ¿No es un colegio de niñas? Creo que . Pues debe de estar, me parece, en la calle de San José... ¿Sabe usted allá? ¡Si no he estado jamás en Sevilla! ¡Ah! Bien. Pues es muy fácil. No tiene usted más que seguir esta misma calle hasta la Alfalfa, ¿sabe?

Subiendo la escalera, la santa dijo a su sacristán: «Entre usted en su casa a esperar a Jacinta que vendrá en seguida. Adviértale que no quiero que suba. En cuanto pueda, bajaré yo. A Jacinta que no se mueva de aquí y me aguarde». Cuando la fundadora entró, la enferma continuaba en el mismo estado.

La pequeña Judit agregó el notario, una jovencita que hace siete u ocho años fue admitida como figuranta en el cuerpo de baile. Aguarde usted... dijo el profesor de Derecho con un tono algo pedante. ¿Una rubita que en La Muda hacía el papel de uno de los pajes del virrey?

Sin disputa alguna, la condesita era más hermosa, pero no serían muchos los que la cambiasen por su prima. Al menos, esto me parecía a mi. Aguarde usted un momento. Voy a ver si papá se ha despertado me dijo, saliendo de la estancia. Y al pasar por la puerta se volvió para añadir : Si tardo un poco, es que le estoy enterando, ¿sabe usted?

Este «buen origen» es Rufita González... ... justo... la misma... Vamos, tal para cual... Pero, hombre, ¿tenía usted en su poder este comprobante y dudaba todavía?... ¿Qué juicio forma usted de todo eso, señor don Claudio? ¿No acaba usted de oírme?... ¿O pretende que se le por escrito? Pues aguarde usted un poco.

Se queda en «mis comparientes de Sevilla» o «los comparientes de Peleches». Bien: ¿y qué? Aguarde usted un poco... ¡canario, qué ricamente está hecho este café! Como obra de las manos de Catana, que no tienen igual para eso. También está rica la mantequilla... Esa es de primera aquí: recuerden lo que les dije de la leche. Pues a lo que íbamos.

La pregunté por señas si salía de paseo, y me contestó que : y en efecto, un día aguardé en la calle hasta las cuatro y la vi salir en compañía de una señora, que debía de ser su mamá, y de dos hermanitos.

Y el simple Vara de palo hizo un gesto escandalizándose de sus palabras. Después continuó: Este señorito, aquí donde lo ves, no está contento con su estado, y eso que, siendo casi un mocoso, ocupa el cargo que su pobre padre no pudo conseguir hasta los treinta años. Quiere ser torero, y hasta un domingo se atrevió a salir en una novillada en la plaza de Toledo. Su madre bajó desmelenada como una Magdalena a contármelo todo, y yo, pensando que su padre había muerto y me correspondía hacer sus veces, aguardé al señor cuando volvía de la plaza echándolas de guapo, y lo arreé desde la escalera de la torre hasta su habitación con la misma vara de palo que me sirve en la catedral.

Ahora viene lo bueno dijo el pastor. Aguarde usted, aguarde usted continuó la niña y verá lo que sucedió. Pues señor, el hombre se volvió a su casa tan contento, que no le cabía el corazón en el pecho. «¡Qué holgorio van a tener mis hijos!», decía. Cuando llegó, ya la cigüeña había traído al niño, el cual estaba en la cama con su madre.