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Actualizado: 5 de mayo de 2025
A Fortunata, sin mentarle la herencia por respeto a la difunta, le dijo algo de sus fincas de Molina de Aragón, y de que si el dinero en hipotecas era el mejor dinero del mundo. A veces su imaginación agrandaba las cifras de la herencia, añadiéndole ceros, «porque esa gente de los pueblos no gasta un cuarto, y no hace más que acumular, acumular...».
Bajo los rasgos de lápiz azulado con que se agrandaba los ojos brillaba perpetua humedad de lágrimas. ¿Qué habría en su alma? ¿Laxitud de pecadora cansada o nostalgia de castidad atropellada? ¿Marcela? Guapísima, juguetona, sensual, elegante, mimosa y zalamera hasta el punto de aparentar que se entregaba ilusionada; pero... la codicia en persona.
Cubierta sólo de aquel velo amarillo, cuyos caireles tocaban el suelo, Aixa plantose en el fondo de la cuadra con las manos en las caderas, los codos en alto, la cabeza hacia atrás. Dos rosas rojas ardían como llamas sobre sus cobrizos cabellos. Su cuerpo comenzó a quebrarse hacia uno y otro lado con lenta contorsión. Un gesto a la vez lastimero y anhelante agrandaba su gruesa boca palidecida.
Había perdido aquella luz turbia é inquietante que agrandaba sus ojos, dándoles una fijeza antinatural. Su tez, de una blancura mate y enfermiza, estaba coloreada ahora por el sol y el aire libre. La antigua esbeltez ondulante y ligera se había espesado, dando á su organismo la calma y la estabilidad de los cuerpos que empiezan á cristalizarse en su forma definitiva.
Caían los besos sobre ella como una lluvia sonora, con chasquidos de pasión, que agrandaba el eco del cementerio. Feli revolvíase entre sus brazos, intentando en vano librarse de ellos. Al moverse, los colores cambiaban de sitio, pasando de una parte a otra de su cuerpo adorable. Todos los resplandores de la luz desfilaban por su boca.
El techo bajo de los pórticos repercutía y agrandaba las voces de los compradores.
Desde 1836 empezaron a llegar a Montevideo millares de emigrados, y mientras Rosas dispersaba la población natural de la República con sus atrocidades, Montevideo se agrandaba en un año hasta hacerse una ciudad floreciente y rica, más bella que Buenos Aires y más llena de movimiento y comercio.
Esta palidecía y agrandaba sus ojos con grato terror, comenzando a encontrar interesante al bandolero. ¿Si habría venido al cortijo sólo por ella?... ¿Si se propondría robarla, llevándosela a sus escondrijos del monte, con la rapacidad hambrienta de un pájaro de presa que vuelve del llano a su nido de las alturas?...
Su imaginación agrandaba a veces el conflicto haciéndolo tan hermosamente terrible como una escena de Shakespeare; otras lo reducía a proporciones menudas. «¿Y qué, señora tía, y qué? decía alzando los hombros dentro de la cama, como si estuviera en pie . He conocido una mujer, me gusta y me quiero casar con ella.
Porque ésta, lejos de curarse de sus aprensiones, cada día las agrandaba en su imaginación. En Luz, por raro y singular capricho de la naturaleza, se iban desenvolviendo a un mismo tiempo las bellezas del cuerpo y las del alma: todo crecía en ella con prodigioso equilibrio, sin descomponerse ni desfigurarse.
Palabra del Dia
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