United States or El Salvador ? Vote for the TOP Country of the Week !


Tenía la seguridad, por mi parte, de que me estaba enterando de la conversación; pero así y todo, hubiera querido, por muchas razones, escucharla desde más cerca. La dueña de la casa me facilitó un medio, ofreciéndome un asiento para jugar al whist. No soy muy fuerte en el whist; lo juego bastante mal, y pierdo casi siempre, siendo causa esto último de que cada día le tenga más afición.

Y aun se decía más: se decía que nuestro personaje había contraído en Inglaterra un vicio, no tan raro en aquel país como lo es en cualquier otro fuera de las islas. Al menos el vizconde de Aymaret, juez competente en estas materias, aseguraba a su mujer que ese diablo de Pierrepont trajo de por allá una afición un tanto desmedida al Jerez y al brandy.

Era tal afición, que Pedro Aretino, autor de la preciosa historia de La p... errante, pensó con insistencia en tomar a donna Olimpia por modelo, para dotar su historia de una segunda parte más variada y peregrina.

Poesía española en general. Ideas caballerescas de los españoles. El honor castellano. Tradiciones románticas. Influencia de la antigüedad. Creencias religiosas. Fiestas religiosas y profanas. Afición a la poesía.

En el día de hoy me parece que estamos algo cansados y desengañados de la oratoria, y me parece también que, si versos han de escribirse siempre, la abundante cosecha que de ellos ha habido nos tiene fatigados, cuando no hartos, y no creo yo que los Juegos florales, que en muchos lugares se celebran a menudo, valgan para renovar la afición a la poesía, tan vehemente, por ejemplo, en la época del romanticismo, ni valgan tampoco para despertar en las almas una nueva inspiración poética, poderosa y brillante.

Un gran perro gris estaba extendido cerca de él y amo y perro parecían dormir. Sin embargo, la mano del hombre tenía cogido el collar del perro como para contenerle. El mastín de la granja, envalentonado por aquella inmovilidad, ladró con furia y enseñó los dientes. ¡Es increible! dijo Bobart en voz alta. ¡Un borracho en el mismo sitio que ayer. Parece que le han tomado afición!

Amaba infinitamente más a Mercurio que a Venus. Su afición al juego, a toda clase de juegos, era tan desmedida que bien podía decirse que su vida entera estaba consagrada a ella, que había nacido para jugar. Vivía solo, con ama de llaves, criado y cocinera.

En la plaza de San Juan de Dios compré algunas golosinas, más que por el gusto de comerlas, por la satisfacción de presentarme regenerado ante las vendedoras, a quienes me dirigí como antiguo amigo, reconociendo a algunas como favorecedoras en mi anterior miseria, y a otras como víctimas, aún no aplacadas, de mi inocente afición al merodeo.

Yo recuerdo, a propósito de la ternura alemana, una Nochebuena que pasé en Berlín. La patrona de mi casa de huéspedes había comprado un pino, que los inquilinos se encargaron de adornar con ampollas de cristal coloreado, con algodón hidrófilo, con cintas de plata y oro, con bombillas eléctricas, con lentejuelas y con toda esa pacotilla sentimental a que había allí tanta afición.

Era el terror de los siglos de Inquisición que aún vivía en aquel pequeño mundo paralizado. El perrero era el único que no mostraba miedo y hablaba en público del cabildo y del cardenal. ¡A él qué...! Casi deseaba que lo echasen de «aquella cueva», para dedicarse a su afición favorita, volviendo a la plaza de Toros sin protesta de la familia.