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Actualizado: 15 de junio de 2025
Esto en cuanto á su exterior: ahora vamos á penetrar en sus inmensos salones, ricos de arte y elegancia: pero ántes de llegar á su cuerpo principal tendrémos ocasion de detenernos á admirar la espléndida escalera de los Gigantes.
Si, hija mía: yo soy gran admirador de las obras de la Naturaleza, y cuando estas obras son bellas, las admiro más. Yo, francamente lo digo, no soy gazmoño. Lo cortés no quita lo valiente. Aunque uno sea sacerdote ... porque admirar á la Naturaleza no es pecado.
-Y ¿qué es lo que dices, loco? -replicó don Quijote-. ¿Estás en tu seso? -Levántese vuestra merced -dijo Sancho-, y verá el buen recado que ha hecho, y lo que tenemos que pagar; y verá a la reina convertida en una dama particular, llamada Dorotea, con otros sucesos que, si cae en ellos, le han de admirar.
Los árboles seguían hablándose al oído, murmurando con todas las hojas; comentaban con irónica sonrisilla el lance de la guillotina, como decía Petra. «¡Qué hermosa noche! Pero ¿quién era ella para admirar la noche serena? ¿Qué tenía que ver toda aquella poesía melancólica de cielo y tierra con lo que le sucedía a ella?».
Eran de admirar, por último, los enigmas que los príncipes se proponían para mostrar la respectiva agudeza; los versos que escribían; las serenatas que daban; los combates del arco, del pugilato y de la lucha, y las carreras de carros y de caballos, en que procuraba cada cual salir vencedor de los otros y ganarse el amor de la pretendida novia.
Aunque el fondo, envuelto en estas soberbias vestiduras, fuese menos rico de lo que es, sería imposible dejar de admirar á ese artista de la palabra, que, dominando siempre y dirigiendo el reino de la harmonía, nos arrastra en las olas de su maravillosa dicción al imperio de una música perpetua y agradable.
Ella creía que un fraile la podía admirar por su talento, estimar por sus virtudes, venerar por su conducta intachable, y gustar de su trato y conversación, y complacerse en ser su amigo; pero enamorarse de ella le parecía tan absurdo, tan contrario a todas las conveniencias y leyes sociales y religiosas, tan monstruosamente feo y chocante, que no quería, ni podía, ni debía sospecharlo en persona del juicio, de la circunspección y hasta de la santidad que en el P. Enrique notaba.
Mientras que yo me zarandeaba y hería corazones, Blanca pasaba hermosa y altiva, demasiado segura de su belleza, para preocuparse de hacerla admirar; demasiado correcta para rebajarse hasta las emociones y pillerías que hacían mi felicidad. Sin embargo, así que la primera efervescencia se calmó, me di cuenta de que el señor de Couprat tardaba mucho tiempo en enamorarse de mí.
Mas es de admirar, que siendo de naturaleza tan diferente el Cuerpo, y el Alma, se unen entre sí tan estrechamente mientras dura la vida, que el uno no puede obrar sin dependencia del otro, de suerte, que las cosas que tocan al cuerpo las percibe el alma, y esta comunica especiales movimientos al cuerpo.
Estamos á siete ú ocho varas de profundidad. Hay poca luz. Los techos son bajos, abovedados, y no ofrecen nada de grande, de majestuoso, de imponente, ni de magnífico. Al contrario, despues de admirar el monumento de arriba, el monumento de abajo parece ruin; mejor dicho, no parece monumento, porque no hay monumentos ruines.
Palabra del Dia
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