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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Los admiradores de Pimentó le hacían repetir el procedimiento de que se valía todos los años para no pagar á la dueña de sus tierras, y lo celebraban con grandes risotadas, con estremecimientos de maligna alegría, como esclavos que se regocijan con las desgracias de su señor.
Uno de sus admiradores escribía con motivo del segundo divorcio: «el mundo egoísta no comprende todavía a Clara», y el coronel Roberto observaba que, excepción hecha de una sola mujer de la parroquia de Opeludas, en Luisiana, tenía más alma ella que toda la restante grey femenil.
Las comedias de Moratín forman época, y no sin razón, porque á pesar de los motivos, que nos impiden calificarlas de obras maestras, como lo hacen sus admiradores apasionados, salta desde luego á los ojos su gran mérito y su superioridad, cuando se comparan con las demás comedias del mismo período.
El concepto que de Felipe II podemos formar, entiendo yo que por muchos otros papeles que se hubiesen conservado y que descubriésemos y estudiásemos, no cambiaría en lo más mínimo. Sus admiradores exageran en demasía sus talentos y su aptitud política. Y en demasía también sus enemigos ponderan sus maldades.
Cuando salió el segundo toro, todavía Gallardo, apoyado en la barrera, recibía felicitaciones de sus admiradores. ¡Qué coraje el de aquel chico... «cuando quería»!... La plaza entera le había aplaudido en el primer toro, olvidando sus enfados de las corridas anteriores.
El Vizconde la saludó al entrar y cruzó con ella algunas palabras; pero acertó a contenerse durante más de una hora, para que ella se cansase de charlar con sus admiradores y amigos y de recibir adoraciones, y espió la ocasión propicia en que ella estaba menos rodeada, a fin de osear fácilmente a los interlocutores enojosos y poder hablar con ella sin que nadie interviniese en la conversación ni le molestase.
Recogió Gallardo muleta y estoque, arregló cuidadosamente el trapo rojo, y otra vez fue a colocarse ante la cabeza de la fiera, pero con menos serenidad, dominado por una cólera homicida, por el deseo de matar cuanto antes a aquel animal que le había hecho huir a la vista de miles de admiradores.
Era de aquellas mujeres que dicen locuras a todas horas, pero que no las hacen más que con su cuenta y razón; muy capaz de arrojar un millón por el balcón para que le entrasen dos por la puerta, pero demasiado prudente para cascar una avellana con los dientes. Sus antiguos admiradores de Tolón apenas si hubieran podido reconocerla: tanto había cambiado, o, por mejor decir, ganado.
Nélida, nuestra amiga Nélida, con su escolta de admiradores dijo Maltrana . Todas las naciones de a bordo están representadas en este séquito amoroso. Sólo faltamos nosotros; pero tengo la certeza de que si usted no va a ella, ella le buscará. Admiraba su boca de «tigresa en celo», según él decía; boca de húmedo carmesí, en la que brillaba luminoso el nácar de una dentadura voraz.
Pero esto sólo representaba á los ojos de los admiradores de Simoulin un detalle histórico insignificante, y todos repetían, con la firmeza del que dice la verdad: Víctor Hugo, que fué íntimo amigo de nuestro Simoulin. De otras amistades hablaba el grande hombre con más exactitud. En el Barrio Latino había tenido por camaradas á Zola, á Daudet y á otros escritores de su generación.
Palabra del Dia
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