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Su ansia de enamorado sólo le dejaba pensar en el presente. ¿Y yo? dijo con tono de reproche . Me has abandonado en el mejor de nuestros instantes. Eres desgraciada; razón de más para que no me alejes de tu lado. Yo puedo alegrar tu vida... Adivino lo que piensas. No, no pretendo hablarte de amor.

Cuando hubo terminado el tercer acto de Los Hugonotes, el notario prosiguió en esta forma: Señores, adivino que sienten ustedes curiosidad por saber lo que había sucedido a nuestro amigo Arturo, y sobre todo, por saber a ciencia cierta de qué clase de sujeto se trataba. ¿Por qué no ha empezado usted por ahí? le dije.

Lo adivinó en su gesto... Pero cada uno de ellos, con la preocupación de matar para seguir viviendo, no podía reunir sus recuerdos. Desnoyers hizo fuego con la seguridad de que mataba á una persona conocida.

Con solo ver que vas, pondrá un espanto A la barbara gente, que adivino Yo desde aqui su perdida y quebranto. Quién dubda que el real pecho benigno No se muestre, en oyendo la tristeza Donde están estos miseros contino? Mas ay! como se muestra la baxeza De mi tan rudo ingenio, pues pretendo Hablar tan baxo ante tan alta alteza. Mas la ocasion es tal, que me defiende.

En cada toldería tienen su adivino, á quien llevan consigo cuando van á invadir alguna parte, y mientras no están cerca, por las tardes ó á la noche, se ponen á adivinar.

No puedo dudar que Sorege tuvo cierta inquietud al verme hacer averiguaciones sobre la existencia de Lea y sobre sus relaciones con ella. Su actitud, sus palabras, todo me prueba que adivinó que yo poseía parte del secreto. Pero entre esa parte y el todo hay tal distancia, que tiene la convicción de que nunca llegaré á descifrar el enigma.

Le abrió, y encontró quince doblones de oro de la cruz, una rica sortija y una cadena de diamantes. La duquesa lo adivinó todo.

Despues de concluido le dan á beber un huevo de avestruz crudo, y agua, haciéndole fumar tabaco, que es el regalo que le hacen al gualichu, dándole al adivino vómitos fingidos: y entonces comienzan á gritar todos, y echando fuego al aire, que tienen prevenido, se despiden de dicho gualichu, que dicen sale del cuerpo del adivino, y se retiran á sus toldos.

La señora Aubry lo presentó a sus invitados. Los hombres le tendieron la mano, las jóvenes lo saludaron; luego, después de un ligero examen, no se ocuparon más de él. Su aire, su manera de vestir, lo clasificaban. Era el invitado que no se cuenta. Juan adivinó la impresión que había producido, dejó pasar a los jóvenes, y subió a un coche con el señor y la señora Aubry.

Se ha ido... tal vez para no volver. Lo adivino; él tiene el dinero.