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Ella no se tomó el trabajo de fingir la más leve resistencia, de coquetear con negativas sonrientes acompañadas de ojos aprobadores. Desde que te vi, adiviné que esto iba a ser... y ha sido. pensarás lo que quieras; tal vez me crees más fácil de lo que soy. Pero contigo, ¡para qué fingimientos!...

Si estuviera segura de encontrar en casa de esa gente personas conocidas, puede que aceptase por Paulina... Hay tan pocas distracciones en Aiglemont... La abuela logró apenas contener una sonrisa que yo adiviné en su mirada casi maliciosa.

¡Pshe! respondió don Claudio después de meditar un instante y comprendiendo, por el tono de la pregunta y por el aire de Bermúdez al hacerla, adónde iba a parar éste con el asunto en aquella ocasión ; algo, algo, no era difícil de notar: ya ve usted, a perro viejo... Pero cuando me convencí de que lo había, y mucho, quizá sin haberlo notado ninguno de los dos, fue cuando él, espantado con la idea de que pudiera llegar a oídos de usted la noticia del suceso que Nieves le ha referido hoy, me buscó para referírmele a en el mayor secreto, ¡Qué cosas adiviné entonces, don Alejandro! y francamente, ¡qué grandes y qué hermosas y cuán de admirar en aquel noble y valiente muchacho!

Temía esta escena, pero no quiero esquivarla... Cuando llegaste a Madrid, y al subir de la estación del ferrocarril entraste en Santa María, permaneciendo allí largo rato, sin la menor prisa de conocer a tus padres, porque conste que no les conocías, adiviné yo cuál sería tu fanatismo; pero no imaginé que sobreviniera esta lucha.

Aun cuando todo el tiempo estaba ¡brum! ¡brum! irguiendo su elevada estatura, adiviné su emoción por el temblor de su brazo sobre el mío, y especialmente, por la insólita palidez de su nariz, un narigón de sabihondo, rojo por el estudio y por la cerveza de Munich.

Te quiero porque has padecío mucho pa ganarte la vida, ¡pobrecito mío!, porque te vi casi muerto en aquella noche, y entonces adiviné que te llevaba dentro del corazón.

Pues entonces, prorrumpió Luisa, deje la pluma y charlemos un rato. Como ustedes gusten. ¿A qué no sabe usted de dónde venimos? De la iglesia; de las tiendas; vendrán de comprar perendengues y moños. ¡No! exclamaron a una. No acierto.... ¡Adivine usted!... dijo la morena. ¡Adivine usted!... repitió la rubia. No acierto, señoritas.... ¿Oyes, Luisa? ¡No acierta!

Denque empezó a fijarse en esa señora... o lo que sea, que yo le conocí a Juan lo que pensaba. El día que le brindó un toro y vino él con aquella sortija de brillantes, yo adiviné lo que había entre los dos, y me dieron ganas de coger el anillo y patearlo... Luego lo he sabio too, ¡too! Siempre hay gentes que se encargan de yevar soplos, porque esto hace mal a las personas.

Sufra, pues, el civilizadísimo Paris, el tan culto y refinado Paris, el Paris tan sutil, tan impalpable y tan vaporoso; sufra, decimos, que un tosco africano se le entre por las puertas, sin decir ni , ni saco de paja, y le desdoble ciertos pliegues, y le adivine ciertas cuitas, y le ponga el dedo en ciertas llagas, y quite la tierra de ciertas sepulturas, y descubra ciertos cadáveres.

Mis amigos te conocen ya, por referencias de fuera, y porque les he hablado de tiYo que lo , adiviné, desde luego, que había invitado a mi padre para que sirviese de espectáculo, y que le ordenaría hablar en verso. Esto de que unos señorones, que no sabíamos quiénes eran, se riesen de él, me producía cierta lástima y me daba alguna rabia.