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Actualizado: 21 de junio de 2025
No recuerdo bien si entonces me di exacta cuenta de todo lo que ahora digo; pero lo que sé de cierto es que adiviné la superioridad más y más determinada de ella sobre mí porque en aquel momento medí con absoluta certeza y con una emoción que nunca había experimentado, la enorme distancia que separa a una joven que frisa en los diez y ocho años, de un estudiante que apenas cuenta diez y siete.
»El conde recibió este dinero como llovido del cielo; y yo, que no tenía más que un amigo en el mundo, adiviné fácilmente, por los términos en que estaba escrita la carta en que se me enviaba la letra, al que ocultaba una buena acción disfrazándola con el reconocimiento.
Le hemos metido vivo en una tumba tan segura como la que tendría estando muerto. Puede usted, pues, vivir tranquila. Será preciso solamente que tenga usted la energía que sabe demostrar cuando hace falta. Es usted, Lea, una verdadera mujer, capaz de todas las generosidades y de todas las infamias. Yo la adiviné y por eso la amo.
Yo guardaba un buen recuerdo de ti continuó Freya . Adiviné desde el primer instante que nuestra amistad iba á terminar como ha terminado... Leyó en la mirada de él una pregunta. Sé lo que vas á decirme. Te extrañas de que te haya hecho esperar tanto, de que te hiciese sufrir con mis caprichos... Es que te amaba y al mismo tiempo quería alejarte. Representabas una atracción y un estorbo.
Yo lo pensé, yo lo concebí envuelto en impresiones disparatadas y confundido con ideas enteramente absurdas. ¡Misterios del cerebro, desórdenes de la ideación! Es que la inspiración poética precede siempre a la verdad, y antes de que la verdad aparezca, traída por la sana lógica, es revelada por la poesía, estado morboso... En fin, que yo lo adiviné, y ahora lo sé.
Iba a decirle todo lo que sentía; llegaron las palabras a mis labios, y debió traicionarme mi fisonomía, porque ella hizo un gesto en el que yo adiviné toda su recelosa curiosidad y la alarma con que miraban sus grandes y húmedos ojos negros, pero en aquel instante, pensé en mi pasado, contemplé con la rapidez del relámpago mi presente, y el honor, ese frío guardián de las pasiones, selló mis labios.
La papeleta vuelve a pasar por las manos de los señores de los extremos; pero esta vez, sin que el sabio adivine la razón, se miran consternados los unos a los otros. Por último uno de ellos le dice en tono humilde: Caballero, el libro que V. pide está en uno de los últimos estantes y es un poco expuesto subir a buscarle... ¡Si a V. le fuese indiferente pedir otro!...
Palabra del Dia
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