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Actualizado: 27 de junio de 2025


Afortunadamente, ignoraba que era él quien había favorecido con su ayuda á los asesinos de su hijo... Y la convicción de que nunca llegaría á saberlo le hacía admitir sus palabras con una humildad silenciosa: la humildad del criminal que se oye acusar de un delito por un juez que ignora otros atentados todavía mayores. Cinta terminó de hablar con un tono desalentado y sombrío.

Pero á pesar de todo no se sentía unido á él por una de esas simpatías que le eran tan fáciles y tan necesarias. Entre Sorege y él había siempre un velo, el de los párpados que ocultaban habitualmente la mirada de aquél. Cuando volvieron, la opinión de Harvey era la misma. Confesaba que no tenía nada de que acusar á Sorege más que de no gustarle.

Teobaldo corrió en socorro de su amigo, le hizo colocar en su coche, cuyas cortinas bajó, y se alejó lentamente por enmedio de la multitud, mientras que Carlos, volviendo hacia su amigo los ojos bañados en lágrimas, le decía: ¿Habrá en el mundo nadie más desdichado que yo? ¡ le contestó Teobaldo oprimiendo su mano; , lo hay! Que esta idea te consuele y te impida acusar a la Providencia.

Si usted ha creído que nosotros nos gozamos en acusar, en sospechar a toda costa, yo desearía que al salir de aquí se persuadiese usted de su engaño. Nuestro deber es descubrir la verdad, y por más que este propósito sea el más digno de todos, nosotros también sufrirnos cuando por apariencias falaces mantenemos en prisión a un inocente, así como gozamos cuando podemos ayudarlo a librarse.

El más hermoso de los frutos era el que ellos se ofrecían, y cuando uno cometía una falta, su madre tenía que castigar a los dos, porque el uno no quería acusar al otro. Más tarde se enamoraron de la misma mujer, y la mataron para que no perteneciese a ninguno de los dos. Eran españoles, perdonadles.

El principal motivo de estos abandonos de buque son sin duda las tempestades y los incendios que dejan a la deriva negros esqueletos errantes. Pero hay otras causas singulares entre las que se puede incluir lo acaecido al María Margarita, que zarpó de Nueva York el 24 de Agosto de 1903, y que el 26 de mañana se puso al habla con una corbeta, sin acusar novedad alguna.

Esto, y ver por doquier restos humanos consumidos por la lepra, enterrar á todo el que buenamente le parece á consecuencia de dicha enfermedad, crear tipos á su capricho, y acusar de no cuántas cosas á los poseedores de aquellas islas, hasta el punto de conceptuarlos como un mal para la humanidad, completan las páginas de M. Arago, salpicadas de cuando en cuando con bravatas que son fáciles de escribir ya que no de realizar.

Las Casas lo sabía, lo sabía bien; pero ni bajó el tono, ni se cansó de acusar, ni de llamar crimen a lo que era, ni de contar en su «Descripción» las «crueldades», para que el rey mandara al menos que no fuesen tantas, por la vergüenza de que las supiera el mundo. El nombre de los malos no lo decía, porque era noble y les tuvo compasión.

Sin embargo, estos escépticos ya que admiten la conciencia, justo será que la defiendan contra quien se la intente arrebatar: pues bien, yo creo que negada la objetividad de las ideas se anonada no solo la ciencia sino tambien la conciencia; y que se puede acusar de inconsecuentes á los escépticos, porque al paso que niegan la objetividad de ciertas ideas admiten la de otras.

¡Y ahora se atreven a acusar de liviandad a la condesa! ¡Defenderemos su honor! ¡No permitiremos que se la insulte! EL CONDE. Esperad, barones. ¿Quién se atreve a acusar de liviandad a mi hija? ¿Y qué gentes son ésas, con traza y gesto de bandidos? VALDEMAR. Perdonad, conde, nuestra irrupción: buscamos al duque. Nadie pone en duda vuestra nobleza caballeresca, conde.

Palabra del Dia

rigoleto

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