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Actualizado: 25 de julio de 2025


Nunca están demás las oraciones, observó Roger con calor. Es lo único que puede valernos. ¿Qué es, sino una bestia, el hombre para quien la vida se reduce á comer, beber y dormir? Sólo cuando se acuerda del inmortal espíritu que lo anima se eleva y se convierte en hombre, en sér racional. ¡Pensad cuán triste sería que el Redentor hubiese derramado en vano su preciosa sangre!

Ya la desgraciada joven del ruso empezaba a comprender la certeza de su desdicha, cuando entró en el despacho un mozo como de veinticuatro años, el cual, llegándose a ella con muestras de confianza, le dijo: «¿Conque usted por aquí, Isidora?... ¡Y en qué momento tan triste!... ¿Pero no me conoce usted? ¿Tan desmemoriada estamos, Isidora? ¿No se acuerda usted de D. Pedro Miquis, el del Toboso, que iba muchas veces al Tomelloso a buscar a su tío de usted, el señor Canónigo, para salir juntos de casa?

¡No se acuerda de ! murmuró Stein, mientras que dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas . No es extraño: las almas generosas olvidan el bien que hacen, como las agradecidas conservan eternamente en la memoria el que reciben. ¡Mal principio! dijo uno de los concurrentes . Un cirujano que llora; ¡estamos bien! ¡Qué desgraciada casualidad! añadió otro.

Manín habrá visto bien por todos lados a Concha. ¿Verdad, Manín, que la has visto cómodamente? Avanzó unos pasos. La niña retrocedió asustada. No tenga miedo, señorita. Tranquilícese usted, señorita. Yo no vengo aquí a azotarla. Eso de los azotes es muy antiguo. ¡Quién se acuerda ya de azotes!

Con los ojos cerrados, él piensa: él se acuerda de todo. ¡Qué largo, qué largo el tío de mamá, como los palos del telégrafo! ¡Qué leontina tan grande y tan suelta, como la cuerda de saltar! ¡Qué pedrote tan feo, como un pedazo de vidrio, el pedrote de la corbata! ¡Y a mamá no la dejaba mover, y le ponía un cojín detrás de la espalda, y le puso una banqueta en los pies.

No; la escena que vuelve como una pesadilla, los personajes que sufren la alucinación de una dicha muerta, es otra cosa... Usted asistió al preludio de una de esas repeticiones... , ya que se acuerda... No nos conocíamos con usted entonces... Y precisamente a usted debía de hablarle de esto!

¡Vea usted, vea usted! decía sollozando , vea esos hermosos ojos que le sonreían tan tiernamente, esa linda boca que le ha besado tantas veces, esos cabellos tan negros que usted desataba con sus propias manos... ¿Se acuerda de la primera vez que fue usted a la calle del Circo?

Era la hora de los recuerdos tropicales. «¿Se acuerda uté, don Agapito, se acuerda uté de aqueya mulatica perra que le venía a dar plasé a la tienda? ¡Y qué bien que cantaba las guarachas, la sinvergüensa!

¿Y este niño es de usted? preguntó uno de los visitantes. No, señor, yo no he tenido nunca hijos; este muchacho es un sobrino de mi marido, hijo de Tomás, que murió hace tiempo. ¿Qué Tomás? preguntó a media voz el interpelante a don Narciso, sin que mi tía pudiese oírlo. Don Tomás Rolaz, hermano de don Ramón, aquel empleado de la contaduría... ¿no se acuerda usted, hombre?

Andrés, después de hacer plato a Rosa, se sirvió también con mano larga. ¿Se acuerda usted, amigo Celesto dijo metiendo un buen pedazo en la boca, de cuando usted me compadecía por no poder comerme un plato de jamón con tomate? Hombre, es verdad repuso el seminarista levantando los ojos con admiración. ¡Parece mentira lo que usted ha cambiado, D. Andrés! Todos le felicitaron.

Palabra del Dia

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