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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Tal vez ha ido á Fuerte Sarmiento con don Moreno para el entierro de mi pobrecito patrón. Al quedar sola, Elena empezó á preocuparse de su esposo, personaje olvidado que parecía resurgir con nueva importancia. Estaba acostumbrada á considerarlo como un ser falto de voluntad, pronto á aceptar todas sus ideas y creyendo lo que ella quisiera hacerle creer.

Pero, en fin, si quiere usted hacerle proposiciones... Yo le ayudaré a usted. Me consta que la muchacha tiene la querencia de las tablas; vamos, que se pirra por el teatro. Poco después Cristeta, que sin saberlo acababa de probarse la voz, calló, concluyendo de peinarse con su acostumbrada gracia; hecho lo cual salió al estanco y comenzó a vender.

27 de enero de 1821. He recibido carta de Alfonso: me escribe desde Roma y me dice que es completamente dichoso. El ser éste un lenguaje al que no me tenía acostumbrada por su parte, me hace creer que ello es verdad. Me manda al propio tiempo una cantidad para su pobre amigo el abate Dumont, cura de Bussieres, a quien ha querido él siempre mucho, y que está continuamente enfermo y pobre.

Cerca ya del obscurecer se volvió a Tejada con el objeto de comer con la familia y traer a su mujer y cuñada al baile. Cuando llegó, éstas se estaban vistiendo ya en sus respectivas habitaciones. Ambas se presentaron en el comedor un poco después de la hora acostumbrada, primorosamente ataviadas.

Empleó en la tarea mucho más tiempo de lo que había imaginado: cuando tornó al gabinete donde su madre se hallaba, ésta le preguntó con la aspereza acostumbrada si había cosido un vestido que se le había roto el día anterior. Todavía no contestó Julita tranquilamente. ¿Y qué te has hecho toda la mañana? ¡holgazana! ¡más que holgazana! exclamó la brigadiera con ira.

Conocía perfectamente el francés, pero le causaba, según me decía, una impresión extraña oírlo en boca de los actores sirviendo para expresar conceptos maliciosos, acostumbrada como estaba a leer en los libros de oración.

Hasta sospechaba ésta que su aspecto era poco militar, á causa de los torpes movimientos de una vida vegetativa acostumbrada á encorvarse sobre la mesa de escribir. Pero cumplía su deber, y más de una vez le habían citado por sus frías audacias. Nunca se realizarían los deseos de los dos.

En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa, acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento, diciéndole: Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos revolucionarios son tontos.

Desde luego afirmo que estos hermosos fines no han de lograrse en ciertos colegios ni en parte alguna donde la distinguida y mal acostumbrada educanda viva «a uso de tropa». De este modo se aprende todo, si se aprende algo, como el soldado la táctica y las leyes penales: maquinalmente y a la fuerza; y no se toma amor, sino miedo y repugnancia, a las tareas y al cuartel mismo, con sus largos y desnudos pasadizos, sus enfilados dormitorios, sus lechos de contrata, sus vigilantes antipáticos y su refectorio mal oliente.

Que venía aquí únicamente por el deseo de vivir sola, de no ver gente, y cuando el barbero le habló del señorío de Alcira, hizo un gesto burlón como si se tratara de gente despreciable de poco más o menos. Esto es lo que más se comentaba anoche por las señoras. ¡Ya se ve: acostumbrada a ser la querida de grandes personajes!...

Palabra del Dia

ancona

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