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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Gonzalo escuchó por primera vez en su vida la voz elocuente de la Naturaleza que invita a reposar en su seno maternal, esa voz dulce de irresistible atractivo que los desgraciados escuchan hasta en sueños, y que les impulsa tantas veces a acercar el frío cañón de una pistola a la sien. Fué un instante no más. Su feliz temperamento sanguíneo se rebeló contra ese llamamiento.
Al contrario, cuantos más esfuerzos hacía para adquirir aplomo y desembarazo delante de ella, mejor se mostraba la emoción que le embargaba. Al principio la hablaba con cierta serenidad, se autorizaba alguna bromita o frase ingeniosa; después esta serenidad se fué perdiendo, las bromas cesaron. No se podía acercar a ella sin turbarse, no podía darle la mano sin un leve temblor.
» De manera que yo he venido a molestarte... Perdóname por la buena intención que tuve... Como voy a salir..., me dejé llevar de la costumbre: ya sabes cuál es... »Y la miraba a través del velo de la mantilla que me había echado sobre la cara. » No me molestas me dijo sin acercar la suya tanto como yo quería. » Pero tampoco me necesitas, ¿no es cierto? repliqué devorándola con los ojos.
Me respondió que su amor era tan grande como el mío y empezó á estrecharse más contra mi pecho. Turbado y ebrio de voluptuosidad, quise acercar mis labios á los suyos; pero en aquel momento me sentí cogido por unas manos de hierro. Volví la cabeza y se me figuró ver el rostro pálido del conde. Todo desapareció y mi sueño quedó disipado, como las imágenes de un cuadro disolvente.
Muchas más cosas le diría al señor Ministro de Ultramar sobre el particular, pero estas muchas cosas se las diría de silla á silla y como S.E. no puede hacerme el honor de dejarme acercar la mía á la suya por razón del charco que las separa, de aquí el que renuncie á decir más por hoy. Legaspi. Correrías moras. El comisario Juan. Un viejo uniforme y una alma grande. Cuatrocientas orejas moras.
Me dejaron acercar, y me dijo: «Adiós, Miguelillo; estos cochinos me llevan a degollar como un carnero; vete pa casa, querido, que estás muy fatigao». Me dio un apretón de manos y se puso a hablar con el cura, que le reñía por lo que había dicho. Yo me separé, pero no quise marcharme. Seguí la comitiva hasta el mismo campo... hasta aquí, porque ya estamos en él.
Se acercó lenta y majestuosamente a él, le puso la mano en el hombro e inclinándose para acercar la boca a su oído le dijo en voz baja: Hace usted bien en no avergonzarse de nada de eso, porque yo, señor conde, le quiero a usted tanto por lo menos como usted a mí. Quiso volverse loco.
Lázaro les vió á todos inmóviles, como figuras de palo: todos le miraban, excepto Clara, la cual insistía en acercar tanto los ojos á su labor, que era difícil comprender cómo no se sacaba los ojos con la aguja. Elías miró á Lázaro con asombro.
Por no acercar demasiado al gigantón de la Castañalera al cuadro que tan tristemente le impresionaba, comimos todos con él en la perezosa de la cocina, servidos por Tona, mientras su madre cuidaba del enfermo.
«¿Está tu padre arriba?». La chica respondió que sí, y desde entonces convirtiose en individuo de Orden Público. No dejaba acercar a nadie; quería que todos los granujas se retiraran y ser ella sola la que guiase a las dos damas hasta arriba. «¡Qué pesados, qué sobones!... En todo quieren meter las narices... Atrás, gateras, atrás... Quitarvos de en medio; dejar paso».
Palabra del Dia
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