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Actualizado: 21 de mayo de 2025
La vista nos muestra un bulto; no hay bastante luz para discernirle de una sombra: nos acercamos y tocamos. Las facultades intelectuales y morales, ejercen tambien entre sí esta influencia saludable. Las ideas rectifican los sentimientos, y los sentimientos las ideas. El valor de las ideas de un órden se comprueba con las de otro órden; y lo mismo se verifica en los sentimientos.
Allí se pone ese holgazán todas las noches. Le conozco; tiene una voz ronca y pausada. ¿Quién, el sapo? Sí, señor. Ya nos acercamos al fin. En efecto; allá veo como un ojo que nos mira. Es la claridad de la boca. Cuando salieron, el primer accidente que hirió los sentidos del doctor, fue el canto melancólico que había oído antes.
Seguimos navegando, cortamos el paralelo 50° sur por los 102° oeste próximamente, y nos acercamos al continente americano, hacia la isla de la Desolación. Ya no nos quedaba ningún caso de vómito negro. No le pareció prudente al capitán intentar el paso por el estrecho de Magallanes, y se decidió a doblar el Cabo de Hornos, a gran distancia de tierra.
Ella ademas nos impone una ley suave, pero recta, justa, benéfica; cumpliéndola nos asemejamos á los ángeles, nos acercamos á la belleza ideal que para la humanidad puede excogitar la mas elevada poesía. Ella nos consuela en nuestros infortunios, y cierra nuestros ojos en paz; se nos presenta tanto mas verdadera y cierta, cuanto mas nos aproximamos al sepulcro.
Cubiertos de tiernos trigos se extendían en planicie de un verde pálido, cortados bruscamente por el muro sombrío y adusto de la sierra. Cuando nos acercamos a la ciudad, me sentí impresionado vivamente por la grandeza de sus recuerdos. Aquel montón de casas que se alzaba pardo y melancólico entre el río y la montaña había sido la gran ciudad del Occidente, la capital del mundo civilizado.
Dimos la primera vuelta, pasando por el sitio donde había zozobrado la lancha, y recogimos dos náufragos; luego volvimos a dar otra vuelta y pudimos salvar otro; a la tercera vuelta, no encontramos a nadie. Faltaban Agapito, el novio de Genoveva, y tres muchachos más. Nuestros remeros estaban rendidos. Nos acercamos a las puntas, y el atalayero con la bocina nos mandó detenernos.
Creía de buena fe, con un escepticismo de profesional fatigada, que todos habían venido al mundo sólo para esto y eran incapaces de experimentar otros deseos. En todos los viajes es lo mismo, mon cher. Así como nos acercamos al Ecuador, los hombres se ponen locos y hay que sacudírselos como moscas. Y yo, ¡por nada del mundo!... ¡Aunque me ofrezcan mil! ¡aunque me ofrezcan dos mil!
Vamos al pueblo dijo Ugarte a ver si encontramos algo que comer. El cielo estaba despejado y lleno de estrellas; los charcos, helados; el suelo, endurecido por la escarcha. El viento frío soplaba con fuerza. Nos acercamos a la aldea. Era ésta de pocas casas. Los perros ladraban en el silencio de la noche. Pasamos por delante de una casita pobre con dos ventanas iluminadas.
Palabra del Dia
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