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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Como tenía la acequia detrás de él, no encontraba sitio para moverse, y echaba el cuerpo atrás, pretendiendo cubrirse con las crispadas manos. El labrador sonreía como una hiena, enseñando sus dientes agudos y blancos de pobre. ¡Embustero! ¡embustero! contestaba con una voz semejante á un ronquido.

Púsose el lego furioso, y en su arrebato cogió la garrafa y la arrojó a la acequia diciendo: ¡A nadar, peces! Y he aquí, por si ustedes lo ignoran, el origen de esta frase. Y luego el padre Carapulcra, tomándose la cabeza entre las manos, se dejó caer en un sillón de vaqueta murmurando: ¡Ah pícaro! Con cuatro simples me dijo que se ponía una botica... ¡Embustero!

Antes de llegar a San Blas, pueblecito distante una hora de Teruel, hay un puente de piedra sobre el río Guadalaviar, y antes de encontrarse con el Alfambra, se ve una acequia cuyo alcantarillado no queda duda que fue obra de arquitectura árabe: sobre el Alfambra, hay un puente de piedra, llamado del Cubo, que da paso a la carretera de Zaragoza, cerca del cual se construye ahora una ferrería: sobre el río Turia se encuentra, siguiendo la corriente un hermoso y sólido puente de hierro, obra que data del año 1867, sirviendo de paso a la carretera de Cuenca, y mas abajo hay otro llamado de Tablas: también debajo de los Arcos hay otro puente de madera denominado de la Reina, por el que pasa la carretera de Alcañiz.

En 1402, hubo tantas mariposas que se comieron casi todas las hojas de árboles y viñas y fue un año abundantísimo en frutas. En 1405, llovió sin cesar en Teruel, tres días, y cubrió el agua toda la vega, desde la acequia de la Peña, hasta la del baño llamado de Pero Carmelo, y se llevó todas las paredes de los huertos.

Las sombras de las hojuelas de la bóveda verde jugueteaban sobre las hojas del libro, blancas y negras y brillantes; se oía cerca, detrás, el murmullo discreto y fresco del agua de una acequia que corría despacio calentándose al sol; fuera de la huerta sonaban las ramas de los altos álamos con el suave castañeteo de las hojas nuevas y claras que brillaban como lanzas de acero.

Las nueve. Oíase el chirrido de un carro rodando por un camino lejano. Ladraban los perros, transmitiendo su fiebre de aullidos de corral en corral, y el rac-rac de las ranas en la vecina acequia interrumpíase con los chapuzones de los sapos y las ratas que saltaban de las orillas por entre las cañas. Sènto contaba las horas que iban sonando en el Miguelete.

Una gran casa, señorita, sea dicho sin ofender á la suya. La plata corre como agua de acequia. Además, la patrona, una gringa bien, nació, según dicen, marquesa allá en su tierra. El italiano, que es un demonio para roerles la plata á los trabajadores, en cuanto se trata de esta señorona parece medio zonzo, y se cuida de que no la falte nada. Anoche hubo reunión con música.

En el centro, o hacia el centro, estaba lo que pudiera llamarse plaza, o sea un pedazo de tierra cercado a trozos por casas, a trozos por árboles, surcado por la acequia de un molino, que se salvaba por medio de un pontón de madera. Tal pedazo de tierra sin cultivar servía de desahogo al pueblo.

Los ojos de Batiste, habituados á la lobreguez de la bóveda vegetal, vieron con toda claridad á un hombre que, apoyándose en la escopeta, salía tambaleándose de la acequia, moviendo con dificultad sus piernas cargadas de barro. Era él... ¡él! ¡El de siempre!

Y así continuó la cacería humana, á tientas, en la obscuridad profunda, hasta que en una revuelta de la acequia salieron á un espacio despejado, con los ribazos limpios de cañas.

Palabra del Dia

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