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Actualizado: 4 de junio de 2025


No se pudieron juntar, á mi parecer, mayores circunstancias para acrecentar la infamia de este caso, hecho por cierto indigno de lo que tiene nombre y obligaciones de Príncipe, que las mas principales son las que mas se apartan de parecer ingrato y cruel, aunque es verdad que los Príncipes raras veces se reconocen por obligados, y cuando se tienen por tales, aborrecen la persona de quien les tiene obligados, pero esto no llega á tanto que perdiendo de todo punto el miedo á la fama, descubiertamente le acaben y destruyan.

43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; que hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos.

Todas estas rutinas del pensamiento y de la acción fueron perturbadas por la mudanza de casa, que se efectuó en Diciembre del 74, y no hay que decir cuán gran sacrificio fue para doña Lupe este cambio. Era de esas personas que aborrecen lo desconocido y que se encariñan con el rincón en que viven.

Viene después la familia de los legendarios, que estaba a punto de desaparecer de la fauna, y que merced a ciertos trabajos misteriosos de la naturaleza poderosamente secundada por la sección de literatura del Ateneo de Madrid, ha vuelto a cobrar vida en estos últimos años. Los legendarios aborrecen la edad moderna y desprecian la antigua.

Don Juan, sepa usted, si no lo sabe, que yo tan bién tengo mi humanidad como cualquier hijo de vecino, que me intereso por el prójimo hasta que favorezco á los que me aborrecen. Usted me odia, D. Juan, usted me detesta, no me lo niegue, porque no me puede pagar: esto es claro. Pues bien: para que vea usted de lo que soy capaz, se lo doy al cinco... ¡al cinco

PANTOJA. Una pena... que me aflige más por ser yo quien he de causártela. Bien quisiera; pero no puede ser. ELECTRA. ¡Oh! ya estoy aterrada. PANTOJA. Por Dios, déjame hablar... no seas tan viva... Hija mía, yo no hablo mal de nadie, ni aun de los que me aborrecen. Máximo es bueno, trabajador, inteligentísimo... ¿Qué más quieres? Así, así.

«¿Qué está usted diciendo? replicó Guillermina indignada . ¡Jacinta desear que maten a nadie!... ¡O usted es tonta o ha perdido el juicio!». Tampoco... tampoco... Jacinta no desea el mal del prójimo, y sabe que debemos amar a nuestros enemigos y hacer bien a los que nos aborrecen. Con un ju ju melancólico expresaba Fortunata su incredulidad. «¡Ay!, ¿no lo cree?...». ¡Que me desea bien a !

Montaner como habia sido Maestre Racional de nuestro ejército, y era el que mandaba todos los oficiales de pluma, tenia grangeados con su buen término, y verdad los animos de todos los soldados, y así le amaban como á padre, cosa raras veces vista amar la gente de pluma á quien ordinariamente aborrecen y murmuran, porque les parece que estando descansados, con trampas y enredos en daño de la milicia se acrecientan, y enriquecen, y ellos con mil trabajos y peligros viven siempre en una miserable suerte.

16 yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en balde vuestra simiente, porque vuestros enemigos la comerán. 17 Y pondré mi ira sobre vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga.

Estas dos especies se aborrecen, se persiguen, se ladran, se enganchan y se venden. Fea, hubiera recorrido una carrera obscura, pero acaso holgada; hubiera recurrido al trabajo; y éste la hubiera sostenido.

Palabra del Dia

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