United States or Brazil ? Vote for the TOP Country of the Week !


El marinero se adelanta, y con el farol explora el camino para bajar a la orilla. Es peligroso el paso de aquellas rocas cubiertas de limo, donde los pies resbalaban. En el abrigo se adivina la forma de la barca. Un farol cuelga del palo, y lo demás es una mancha oscura. El marinero da una gran voz. ¡Abelardo! ¿Es el patrón? , señor. ¿Abelardo, el hijo de Peregrino el Rau? , señor.

Y con extrañeza mía, se animó su rostro. dijo, eso es; soy un pobre hombre; eso me lo he sabido siempre; te diré, me pareció que Abelardo quería a la muchacha tanto como yo, y supe, además, que ella lo amaba más que a , y que tal vez sería más feliz con mi rival.

Esa es una historia lamentable dijo la condesa . Se casó en secreto con un aventurero francés que se decía primo del príncipe de Rohan, colaborador de Dumas, enviado por el barón Taylor para comprar curiosidades artísticas, y que por desgracia se llamaba Abelardo. Ella encontró en su nombre y en el de su amante la indicación de su unión marcada por el destino.

En esta calle habia, hace algunos siglos, una casa pequeña, baja y húmeda: esta casa presenció los amores de Abelardo y Eloisa. Mi mujer, que tan desdeñosa se muestra con todas las cosas de Paris, ha visitado aquel lugar histórico con el mas afectuoso interés.

Los relámpagos tiemblan con brevedad quimérica sobre el mar montañoso, y se distingue la barca negra, cabeceando atracada al socaire de los roquedos. ¿Eres Abelardo? Para servirle, Señor Don Juan Manuel. A ti no te conozco... A tu padre le he conocido mucho... Me acuerdo de una apuesta que ganó: Era ir nadando hasta la Isla. ¡De poco le ha servido al pobre aquella destreza! ¿Murió ahogado?

Sin embargo continuó cuando iba ya a interrumpirlo, por temor de que el padre rechazara a Abelardo, le he prestado lo bastante para establecerse por su cuenta en Dogtown. Hombre emprendedor, activo, brillante, como sabes que es Abelardo, puede adelantar y hacerse otra vez con su antigua posición, y no hay necesidad alguna de que le apremien si no lo logra.

Su padre era un lobo para la mar. Pues el hijo le gana ... ¡Abelardo! ¿Quién va? Sube para darle una mano al Señor Don Juan Manuel... Yo mal puedo con el farol. ¡No te muevas, Abelardo! Me basto solo. Bajan a la orilla del mar. Se oye el vuelo de las gaviotas, convocadas por el viento y la noche. Una sombra se acerca: Sus pasos fosforecen en la arena mojada.

¡Qué desgraciado será el Abelardo de esa Eloísa! dijo Rafael al verla salir. María, además de su hermosa voz y de su excelente método, tenía, como hija del pueblo, la ciencia infusa de los cantos andaluces, y aquella gracia que no puede comprender y de que no puede gozar un extranjero, sino después de una larga residencia en España y sólo identificándose, por decirlo así, con la índole nacional.

Hace ocho años, decía yo en mis Confidencias: Dejando de seguir el curso del río Saone, si os dirigís por las verdes praderas de Mâcón hacia el pequeño pueblo y cerca de las ruinas de la antigua abadía donde murió Abelardo, el infortunado amante de Eloísa, siguiendo una tortuosa senda, veréis a derecha e izquierda blanquear algunos pueblecitos entre los verdes pámpanos de las vides.