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Actualizado: 5 de julio de 2025


Mi amada recobró su alegría y su gracia seductora, Íbamos lentamente por los frondosos senderos del bosque y habíamos olvidado el objeto de nuestro paseo, cuando vimos venir a nuestro encuentro, muy lejos aún, a Elena con Polidora, que no nos habían visto y se detenían de vez en cuando para cortar flores. Ahí tiene usted al retoño de Lacante en su elemento dijo Luciana con un dejo de desdén.

Ibamos barajados hombres y mujeres; y una entre ellas, la bailarina, que también hacía las Reinas y papeles graves en la Comedia, me pareció extremada sabandija. Acertó á estar su marido á mi lado, y yo sin pensar á quién hablaba, llevado del deseo de amor, y gozarla, díxele: Esta mujer, ¿por qué orden podríamos hablar, para gastar con ella veinte escudos, que me ha parecido hermosa?

En la Crónica manuscrita del convento menciona también el P. Luis de Santa María la estancia de D. Juan de Austria en Yuste, y, además, la tradición cuenta algunas de sus travesuras de adolescente, como las que referimos al hablar de Quacos..... Por aquí íbamos en nuestra visita á Yuste, cuando principió á encapotarse el cielo.

El lago estaba en aquellos momentos absolutamente desierto, y nosotros, á pesar de los aires nacionales que silbaba de tiempo en tiempo el humilde batelero, íbamos completamente entregados á la suprema delicia de la contemplacion de la naturaleza, á cuyo poema se mezclaban los silenciosos himnos del amor y los recuerdos de la patria, esa dulce querida que no tiene sexo para sus adoradores.

Pues yo soy hijo de D. Pedro Miquis. ¿No se acuerda usted tampoco de mi hermano Alejandro? ¿No se acuerda de que algunas veces, por vacaciones, íbamos acompañando a mi padre?... Pues hace cinco años que estoy aquí estudiando Medicina. ¿Y cómo está su señor tío? ¿Hace mucho que ha dejado usted aquel célebre Tomelloso?...».

Vaya, que están creciditas. ¿Y cómo sigue el señor mayor? ¡No le he visto desde que íbamos juntos a la bóveda de San Ginés!»... Con este sistema de vender, a los cuatro años de comercio se podían contar las personas que al cabo de la semana traspasaban el dintel de la tienda. A los seis años no entraban allí ni las moscas.

Dirigía una frase cariñosa a su esposa y a sus hijos, tomaba la escopeta, llamaba a los perros, y si el cielo sonreía íbamos a terminar el día en el campo empapado de agua. Hasta noviembre duró aquella vida fácil, familiar, sin grandes expansiones, pero con el abandono sobrio y confiado que Domingo sabía poner en todo lo que no estaba mezclado con asuntos de su vida íntima.

Al fin, me hizo amistad, por mi dinero, de alcanzar de los demás lugar para que yo fuese con ellos. Íbamos barajados hombres y mujeres, y una entre ellas, la bailarina, que también hacía las reinas y papeles graves en la comedia, me pareció extremada sabandija.

Sin aguardar más, a mano vuelta, según íbamos caminando emparejados, le dirigí una tremenda bofetada, que le hizo caer sobre los vagones estacionados sobre la vía del muelle. Me pareció entonces que me había dicho la injuria más atroz que a ningún ser humano puede dirigirse.

¡Cuerpo del mundo! respondió el cautivo . ¿Es posible que ha de querer el señor alcalde que seamos ricos de memoria, siendo tan pobres de dineros, y que, por una niñería que no importa tres ardites, quiera quitar la honra a dos tan insignes estudiantes como nosotros, y juntamente quitar a su majestad dos valientes soldados, que íbamos a esas Italias y a esos Flandes a romper, a destrozar, a herir y a matar los enemigos de la santa fe católica que topáramos?

Palabra del Dia

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