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Actualizado: 30 de junio de 2025


El muchacho siguió a su antigua novia. Estaba como si acabase de despertar y todavía no hubiera ahuyentado la modorra del sueño. Aún le zumbaba en los oídos el eco lejano de la extraña sinfonía. En el jardín estaban las jóvenes, muy alborozadas, en torno de Rafael y su amigo Roberto, que acababa de llegar.

EL CABALLERO Después de haber visto las luces de la muerte, no quiero ver otras luces, si debo ser de Ella.... Hace como cristiano. Y si he de vivir, quiero estar ciego hasta que nazca la luz del sol. ¡Amén! Mi corazón me anuncia algo, y no lo que me anuncia... Siento que un murciélago revolotea sobre mi cabeza, y el eco de mis pasos, en esta escalera oscura, me infunde miedo, Roja.

El viejo cayó desfallecido de nuevo y el silencio inmenso e imponente de la noche volvió a reinar con su paz profunda y aterradora. En aquella situación, el reloj del Cabildo dio las tres de la mañana y el eco sordo de la campana se difundió por la ciudad dormida.

Caminaba con la cabeza baja, y en medio de las tinieblas en que su alma se agitaba sólo distinguía la figura de Magdalena envuelta en un sudario, y en la soledad de su espíritu sólo oía un eco que sin cesar repetía esta palabra: «¡Morir! ¡Morir

Mandaron los doctores que por nueve días no hablase nadie recio en nuestro aposento, porque, como estaban huecos los estómagos, sonaba en ellos el eco de cualquier palabra.

Y á lo léjos, muy á lo léjos, como un aviso del otro mundo, con la expresion autómata de un hecho mecánico, repetia el eco casi apagado: ¿qué quieres? ¿quién eres? ¿qué buscas aquí?

A veces, paseando de noche por las calles De la dulce guitarra el éco me encantaba, Cuando el amante tierno un Triste modulaba Al pié de los balcones del ángel de su amor. Mientras, tal vez la niña oyendo las canciones Que desde la ventana le enviaba su querido, Entre cendales albos el plácido sonido Llenaba su alma y mente de plácida ilusion.

Algunos autores americanos del siglo XVIII protestaron de la exageración de esas invenciones, pero su voz no tuvo eco.

El astrólogo fingido. Amor, honor y poder. Los tres mayores prodigios. En esta vida todo es verdad y todo es mentira. El maestro de danzar. Mañanas de abril y mayo. Los hijos de la fortuna. Afectos de odio y amor. Ni amor se libra de amor. El laurel de Apolo. La púrpura de la rosa. La fiera, el rayo y la piedra. También hay duelo en las damas. El postrer duelo de España. Eco y Narciso.

De cuando en cuando, se oye el chirriar de una puerta, el tintineo del cencerro de las vacas, la voz de un chiquillo, el zumbido de los moscones... y, de cuando en cuando, se oye también el golpe del martillo del reloj, voz de muerte apagada, sombría, que tiene en el valle un triste eco. Tras de estas campanadas fatídicas, el silencio que viene después parece un tierno halago.

Palabra del Dia

buque

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