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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Es el álbum un libro misterioso Donde todos deponen suaves flores: Allí ofrece el amante sus amores, Y el amigo su sincera oblacion; Allí están los recuerdos del hermano, Del padre, del amigo y del esposo, Y el crugir de sus hojas, armonioso, Es un eco del tierno corazon.
Pero algo frío y hostil existía en el ambiente que paralizaba sus sonrisas, dejaba sin eco sus palabras y hacía opacos los resplandores de ojos. Todas las frentes se inclinaban bajo el peso de severos pensamientos; todos los hombres parecían tener en aquel instante treinta años más. No la verían tal como era por más esfuerzos que hiciese.
Dicho esto se me permitirá que hable un poco de mi persona, pues atendiendo a que la desgracia halla siempre eco en toda persona discreta y sensible, creo que no soy saco de paja a los ojos de mis lectores, y que algún interés les inspiran los penosos trances de mi borrascosa existencia.
El gitano daba suspiros, como un eco del dolor que rugía delante de él, y hablaba al mismo tiempo a Salvatierra de su amada muerta. Era lo mejorsito de la familia, señó... y por eso se ha ido. Los buenos se van pronto.
Si la duda trataba de insinuarse en su corazón, Eva no tenía más que cerrar los ojos para volver a ver a aquel varonil semblante ansiosamente inclinado hacia ella y para oír el eco todavía vibrante de aquel apasionado: «¡Eva, mi querida Eva!» que hacía estremecerse deliciosamente todo su ser. ¿Era, pues, su voluntad más fuerte que su amor?
Se había cantado el primer acto; la Borghi y la Scalchi electrizaban al público y en la sala no se escuchaba sino el eco del entusiasmo y de los elogios. Una noche clásica de ópera en Colón reúne todo lo más selecto que tiene Buenos Aires en hombres y mujeres.
Del periódico El Patriota del jueves 18 de Enero de 1838 se copia el siguiente artículo. Sres. editores del Patriota: A los del Eco del Comercio dirijo el artículo siguiente.
Me han encantado porque coincidían con mi parecer y eran como el eco adulador, harto amortiguado y debilísimo, de lo que yo pensaba. El más elocuente encomio que me ha hecho Vd. de D. Luis no ha llegado, ni con mucho, al encomio que sin palabras me hacía yo de él a cada minuto, a cada segundo, dentro del alma. ¡No te exaltes, hija mía! interrumpió el padre vicario.
El silencio le llenaba los oídos con un gran eco vago. De pronto, pasmada, vio brillar en el aire un crucifijo; encima, una blancura fue tomando forma de dos manos juntas; asomó la palidez de una frente, ¡la cara de la abuela mística! Era su estatura extrañamente alta y traía un largo vestido diáfano. De sus manos juntas colgaba oscilando el crucifijo.
Respondeme, io querida mia! te he llamado en las sombras de la noche; he asustado a los pajaros dormidos bajo las hojas silenciosas, he despertado al lobo en las montanas, y he hecho conocer tu nombre a los ecos de las cavernas mas sombrias. El eco me ha respondido, los espiritus y los hombres tambien me han respondido, tu sola has permanecido muda.
Palabra del Dia
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