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Actualizado: 31 de mayo de 2025


A aquella hora la iglesia estaba casi siempre como hechizada de quietud y de silencio. El solo rumor de un escaño que removía el sacristán, provocaba un eco prolongado y enorme. Una sombra terrosa y centenaria dormía al pie de los altares, entre las columnas, sobre las lápidas.

Los de Rivota se van á unir pronto á los de Lorío y vendrán sobre nosotros. Es menester que se encuentren solamente con los árboles para saciar su rabia. Y seguido de sus amigos se lanzó por el monte arriba. Largo rato se oyeron sus gritos de triunfo. El eco de las montañas los repitió hasta los confines del valle. Demetria.

Nuestro inmortal Cervantes, haciéndose eco de este sentimiento general, afirma, no una sola vez, que es dificilísimo que un pobre pueda ser honrado.

Todo se sabía en aquella ciudad. Hasta la casa azul llegaba el eco de las murmuraciones. La hortelana la había recomendado bondadosamente que no pasease mucho por el río: podía pillar unas tercianas.

Te casas... te casas con... una chueta. Le costó un esfuerzo soltar la palabra, se estremeció al decirla. Luego de esto reinó en el salón un largo silencio, uno de esos silencios trágicos y absolutos que siguen a las grandes catástrofes, lo mismo que si la casa acabara de venirse abajo, extinguiéndose el eco del último muro derrumbado.

Era la frialdad que se esparce entre los compañeros de un día cuando se acerca la hora de la separación y cada uno se va por su lado para no verse más. Las palabras pendían tristemente, como pedazos de hielo, sin levantar eco en su caída. A cada vuelta de las ruedas, la imponente señora era más reservada y silenciosa. Todo lo había dicho.

Por otra parte, le desplacían cada vez más las tertulias políticas, donde los asistentes ven y examinan todas las cuestiones por el prisma, no del entendimiento del dueño de la casa siquiera, sino de la pasión que le agita en cada momento, y repiten siempre como un eco las palabras del jefe.

Los goces que soñé en mis desvaríos puede decirme otro hombre que son suyos... ¡ tienes hijos ¡ay! y no son mios!... ¡Yo los tengo tambien, y no son tuyos! Niégame el sueño su apacible olvido, y el solo pensamiento de mi mente, el eco solo que mi oido siente, es de tu dulce nombre eco querido.

En nada contestaba Lucía apelando al expediente más vulgar y siempre más socorrido. Pues parece a veces que estás tristona, monísima... y no de qué; porque estás precisamente en lo más bonito de la luna de miel... ¡Cáspita! ¡Quién como ! Miranda es muy agradable; tiene tan buen trato, se presenta tan bien.... Eso , muy bien repitió como un eco Lucía.

En cuanto satisficiese, uniéndose a Araceli, los vivos anhelos de su corazón engordaría hasta ponerse como una bola. Esta era la profecía que había encontrado más eco en la familia de Escudero y de todos sus allegados.

Palabra del Dia

rigoleto

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