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Actualizado: 27 de junio de 2025


La solterona después del mercado recorría las casas de la nobleza para pregonar aquel exceso de caridad con que ella y su hermana daban ejemplo al mundo. Si ustedes la vieran decía está desconocida; se la ve engordar. Parece un globo que se va hinchando poco a poco. Verdad es que aquella Águeda tiene unas manos.... En fin, ustedes saben por experiencia cómo guisa mi hermanita.

Ahorita vuelvo», con un balanceo de hamaca en los diminutivos. Era el indiano que veían en lontananza ella y las tías. Doña Águeda era muy buena cocinera; conocía el empirismo del arte, y además lo profesaba por principios. Sabía de memoria «El Cocinero Europeo», un libro que contiene el arte de confeccionar todos los platos de las cocinas inglesa, francesa, italiana, española y otras.

Y, sin embargo, el carácter de Águeda estaba bien concebido, y ¡cuan hermosos y trágicos efectos podía haber sacado el autor de la eterna lucha entre la pasión y la ley moral! Bien está que Agueda, católica a la española y montañesa a toda ley, cumpla su deber sin aparato ni estruendo, aunque su resolución le cause dolores mortales.

¿Ha venido Esperanza? doña Agueda dijo mientras comía la duquesa á la dueña que la había dado la primera noticia de la desaparición de la joven. No; no, señora dijo la dueña ; ni parece á pesar de que se han enviado algunos lacayos á buscarla. Parece que se la ha tragado la tierra. Será necesario dar parte á la justicia.

Y así, en 1668, Agueda Rodríguez, vecina de Madridejos, también procesada por hechicería : «...Diablo Cojuelo, tráemele luego; diablo del pozo, tráemele, que no es casado; que es mozo; diablo de la Quintería, tráemele en la fería; diablo de la plaza, tráemele en danza....»

¡Es cierto!... Hay que buscarle alojamiento... ¿En sus piezas no cabría?... ¿De dónde?... Si el patrón hubiera hecho los cuartos que dijo... ¿Y en los galpones?... ¿Qué?... ¿la piensa poner con los peones? En el cuarto de Águeda. Sólo bajo la cama... si la vieja duerme en el cuartito de las herramientas, ¿sabe? que es un brete. La pondremos entonces en el cuarto de las sirvientas, ¿no le parece?

Eso no importa; así fuí yo, y después que... Ana sintió brasas en las mejillas empecé a engordar, a comer bien y me puse como un rollo de manteca. Y suspiró otra vez doña Águeda, acordándose del rollo que había sido. Doña Anuncia había tenido sus motivos para no engordar: unos amores románticos rabiosos.

Pero salía por un ojo de la cara el guisar como el Europeo, según doña Águeda. Cuando se trataba de una gran comida o merienda de la aristocracia, ella dirigía las operaciones en la cocina del marqués de Vegallana y entonces recurría al Europeo. En su casa había muy poco dinero y allí se contentaba con las recetas que heredara de sus mayores.

Si no le hubiese retenido el pensamiento de encontrar a Catalina, se hubiera ido a América. Llevaba ya más de un año sin saber nada de su novia; en Urbia se ignoraba su paradero, se decía que doña Águeda había muerto, pero no se hallaba confirmada la noticia.

Trovador tropezó, por desgracia, lanzándome con violencia al suelo, y echando á perder mi falda, la segunda que llevo desgarrada y manchada esta semana, para mayor indignación de mi madre y dolor de Águeda, mi buena aya.... ¿Y después? preguntó ansiosamente Roger.

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