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¡Escrúpulo curioso en verdad! ¿Por qué hay rayos que purgan la atmósfera? ¿Por qué hay volcanes que purgan la tierra? ¿Por qué hay torrentes que se precipitan y corren cubiertos de espuma? ¿Por qué hay tubos que conducen el fluido eléctrico? ¿Por qué hay chispa eléctrica? ¿Qué me decis á de todo eso? ¡Preguntádselo á Dios! No es nuestra ciencia; es una ciencia mucho más alta.

La tercera zona, región de agricultura, se llama zona central. Aquí la cordillera andina disminuye poco a poco hasta no tener más que la tercera parte de la altura de la segunda zona. Hay volcanes, pero la mayor parte de ellos son extintos.

Parecía que Méjico me estuviese esperando, como uno de esos volcanes bondadosos y bien educados que permanecen tranquilos durante siglos y, apenas un explorador huella su cumbre por primera vez, empiezan á rugir y á soltar humaredas á guisa de saludo.

La mayor parte de esas asperezas que no son más que las montañas de la Luna, tienen forma circular que las hace parecerse á grandes circos, ó á los cráteres de los volcanes terrestres. Las hay de todas dimensiones. La altura de muchas de estas montañas ha sido medida; casi todas son muy elevadas, y son varias las que suben tanto como las principales cimas de la Tierra.

Empero el fondo entre esos volcanes debe ser también volcánico, y durante los ensayos de la creación primitiva sería un receptáculo de vida. Por largo tiempo la tradición popular consideró á los volcanes como guardadores de los tesoros subterráneos y que de vez en cuando desparraman el oro escondido en sus entrañas. Falsa poesía con sus puntas de verdad.

La impulsión de las materias interiores se verifica ya en la chimenea central, ya en alguna de las grietas de las laderas; volcanes secundarios nacen por uno y otro lado en las vertientes del principal, haciendo brotar jorobas en su superficie. El mismo viento trabaja para darle forma irregular, haciendo que caigan donde á él le place las cenizas arrojadas durante las erupciones.

Verdad que Martí fue un genio, y los genios como los volcanes traen sus entrañas hechas: ellos mismos se tejen el amor y se acrisolan la capacidad. Se nace rey como se nace esclavo, pero quien lo nace no se da cuenta de ello hasta que no manda y es obedecido, o hasta que no lo mandan y obedece. Martí, dijérase que trajo al nacer la infinita comprensión del porvenir.

Total, trescientos volcanes en actividad que dominan circularmente el mundo oriental. En la otra cara del globo, nuestro Océano Atlántico ofrecía análogo aspecto antes de las revoluciones que apagaron la mayor parte de los volcanes de Europa, aniquilando por otra parte el continente de la Atlántida.

Los primeros volcanes, los de América, ofrecen en una longitud de mil leguas, una sucesión de sesenta faros gigantescos, cuyas continuadas erupciones dominan la costa abrupta y las lejanas aguas. Los otros, desde la Nueva Zelandia hasta el norte de las Filipinas, cuentan ochenta que arden y un gran número apagados.

Allí se levantaban, al lado del volcán de Tenerife, que nos ha quedado, y de nuestros apagados volcanes de la Auvernia, el Rhin, Herefort, etc., los que debieron minar la existencia de la Atlántida. Todos juntos constituían la parte opuesta de los volcanes de las Antillas y demás cráteres americanos.