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Total, trescientos volcanes en actividad que dominan circularmente el mundo oriental. En la otra cara del globo, nuestro Océano Atlántico ofrecía análogo aspecto antes de las revoluciones que apagaron la mayor parte de los volcanes de Europa, aniquilando por otra parte el continente de la Atlántida.

El uno clamaba en tono altivo y profético contra la política del monarca, quien, a la vez que iba aniquilando los fueros de la antigua nobleza, toleraba en su reino católico la vergonzosa plaga de los moriscos. El otro, mirando de hito en hito hacia las puertas, refería bajezas y crímenes recompensados con grandes honores y mercedes.

En todas las tribus y lenguas que cubrían y animaban el Nuevo Mundo, en el Anahuac, en el Yucatán, en Guatemala, en la risueña meseta de los Andes, donde moraban los chibchas y en el resto de la América del Sur, sobre todo, entre los quichúas y los guaraníes, germinaba y estaba ya pronta a abrirse como flor hermosa una civilización original e indígena que los españoles arrancaron de cuajo, borrando sus huellas, aniquilando hasta su recuerdo, y, ora destruyendo la raza que iba a dar al mundo esa civilización llena de novedad inaudita, ora sumiendo en la abyección a esa raza por medio de la servidumbre, del oprobio, de rudos trabajos y de inhumanos castigos.

2.º Sorpresa al ver su inhabilidad en cuanto se refiere al hombre mismo: al notar que, para la conquista de las cosas, no ha sabido emplear las personas; que por doquiera el navegante hase presentado cual enemigo, aniquilando los pueblos nuevos, los cuales bien llevados, hubieran llegado á ser, cada uno en su reducida esfera, un elemento especial para valorarla.

»A todo esto, los días pasaban, la fiebre era imperceptible, y, sin embargo, la enferma, lejos de mejorar, se iba aniquilando poco a poco. El médico se impacientaba ya, porque no sabía a qué atenerse, y me miraba a y yo le miraba a él. Los dos teníamos las mismas dudas, ¡ay!, y los mismos temores. »La casa comenzaba a tomar ese aspecto fúnebre y sombrío de las grandes tristezas del hogar.

Aniquilando por la resignación el deseo de mejorar, desalentó el esfuerzo, acrecentando la indigencia por la esterilidad, la inactividad y el misticismo, desde luego, y por la avaricia insaciable de las iglesias después.

Encontrábame triste, abatido, cansado de la vida: el destino me había tratado con dureza, arrebatándome seres queridos, frustrando mis proyectos, aniquilando mis esperanzas: hombres á quienes llamaba yo amigos, se habían vuelto contra mi, al verme luchar con la desgracia: toda la humanidad, con el combate de sus intereses y sus pasiones desencadenadas, me causaba horror.

Tantas emociones trastornaban su espíritu aniquilando sus fuerzas, y para ella el gozo era casi tan peligroso como la pena. Al volver a abrir los ojos vio a Amaury arrodillado junto a ella y a su padre estrechándola contra su pecho. Besaba el uno sus manos y el otro prodigábale cuidados, llamándola con los nombres más cariñosos.

Aquella vida siempre dada al ensueño, siempre mecida en los columpios de la fantasía, alimentada y nutrida con platillos lamartinianos, era desviada, acaso perniciosa; pero ¡ay! tan bella, que cada hora, suya se me antojaba como el canto de un poema sublime cuyas delicadezas y excelsitudes nos arrancan de esta pobre vida terrena y nos llevan a vivir en un mundo ideal; me parecen como una sinfonía adormecedora, algo como la música de los grandes maestros, así como de Mozart, Beethoven o Wagner, que nos saca de la penosa y prosaica vida material y por breves horas nos hace felices, aniquilando en nosotros todo dolor, todo fastidio.