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Caían algunos maravedís en nuestras heladas manos, y para el pan sacamos la primera noche; pero la segunda, los mendigos de oficio que allí acudan, y que la noche anterior de nosotras se habían apercibido, nos echaron, llenándonos de improperios, diciéndonos que les hacíamos perjuicio, y que como éramos pobres nuevos, si habíamos de seguir pidiendo, habíamos de ganarlo, y no había de ser esto menos que repelándonos contra toda aquella falanje de ciegos, cojos, mancos, tullidos y muchachuelas de mal vivir; y no nos lo decían esto de buena manera, sino rodeándonos y empujándonos, y poniéndonos los puños a dos dedos de la cara, y amenazándonos con garrotes y vihuelas, y gritando y chillando y aullando todos y todas a una, ni más ni menos que si hubiesen sido una legión de demonios voraces, contra nosotras conjurados.

Vió damas gelatinosas de torpe paso; señores tullidos apoyados en el brazo de un jayán con casaca galoneada, que los conducía paternalmente hasta la ruleta, acomodándolos en su asiento. Algunas paralíticas llegaban en un carruajito infantil hasta la escalinata, y allí eran izadas á una silla de manos y llevadas á través de los salones hasta su lugar preferido.

Hiéraos Dios de la plaga con que mató á aquellos que dexaron las carnes de los puercos de Egypto. Tal ventura os entre por la puerta, que vosotros y vuestra familia amanezcais tullidos, como la hermana de Moyses. Apedreados seais con aquellos que hallaron apañando leña el Sábado. Fuego se levante en vuestras casas que os queme, como salió de la casa de Choreb, que lo quemó á él y á sus compañeros.

Y esta literatura de genios en chico viene a ser algo así como un grupo de tullidos que, a la puerta de una iglesia, le pidiesen dinero al público mostrándole sus diversas monstruosidades.

Y ella sonreía, hablaba con todos familiarmente, echaba mano a cada instante al bolso de piel de Rusia que colgaba de su diestra y, como una nube de moscas, agitábanse en torno de ella, tullidos, ciegos y mancos, avisados de la generosidad de aquella señora que daba la calderilla a puñados.

Crecido en edad este niño, obró cosas maravillosas, que le ganaron el estupor y asombro del mundo, como eran sanar enfermos, resucitar muertos, dar vista á ciegos, piés á tullidos y vencer otros imposibles á las fuerzas naturales.