United States or Jersey ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y las montañas, con sus bosques, sus peñas y sus ruinas, permanecerán siempre en el mismo sitio, como diciéndonos: ¡Acuérdate, acuérdate! Ya me has visto, ahora me ves y seguirás viéndome por los siglos de los siglosAsí soñaba la anciana, y el porvenir no la causaba ya miedo; los pensamientos sólo eran para ella recuerdos.

Y, estando en esta duda, llegó a nosotros nuestro renegado diciéndonos que en qué nos deteníamos, que ya era hora, y que todos sus moros estaban descuidados, y los más dellos durmiendo. Dijímosle en lo que reparábamos, y él dijo que lo que más importaba era rendir primero el bajel, que se podía hacer con grandísima facilidad y sin peligro alguno, y que luego podíamos ir por Zoraida.

Al fin nos dio razón del desgraciado preceptor un soldado, diciéndonos: Se lo llevaron entre cuatro. ¿Pero a dónde, no se sabe a dónde? El soldado, encogiéndose de hombros, fijó su vista en la puerta de San Felipe, por donde salían bastantes diputados.

Caían algunos maravedís en nuestras heladas manos, y para el pan sacamos la primera noche; pero la segunda, los mendigos de oficio que allí acudan, y que la noche anterior de nosotras se habían apercibido, nos echaron, llenándonos de improperios, diciéndonos que les hacíamos perjuicio, y que como éramos pobres nuevos, si habíamos de seguir pidiendo, habíamos de ganarlo, y no había de ser esto menos que repelándonos contra toda aquella falanje de ciegos, cojos, mancos, tullidos y muchachuelas de mal vivir; y no nos lo decían esto de buena manera, sino rodeándonos y empujándonos, y poniéndonos los puños a dos dedos de la cara, y amenazándonos con garrotes y vihuelas, y gritando y chillando y aullando todos y todas a una, ni más ni menos que si hubiesen sido una legión de demonios voraces, contra nosotras conjurados.

Pero, ademá, el matarse en este cazo me paece, ¿zabuté?, una gran zimpleza. Será lo que usted quiera repliqué con viveza , pero estoy dispuesto a que nos matemos. ¡No ze apure uté, buen hombre! Nos mataremos. Hablábamos en voz muy baja y procurábamos ambos sonreír diciéndonos estas ferocidades; de suerte que los que allí estaban creían que departíamos amigablemente.

No sabíamos si este cutter estaba avisado por el otro buque que nos había dado caza anteriormente, pero pronto no nos cupo duda al ver al crucero grande acercarse a nosotros. La serenidad del capitán no se desmintió en aquel instante. A medida que avanzábamos hacia los dos barcos ingleses, fué diciéndonos lo que nos convenía declarar y lo que teníamos que ocultar en beneficio común.

No, responde instantáneamente cualquiera que esté en su sano juicio; esperar este accidente seria un delirio; tan seguros estamos de que no se realizará, que si se pusiese nuestra vida pendiente de semejante casualidad, diciéndonos que si esto se verifica se nos matará, continuaríamos tan tranquilos como si no existiese la condicion.

La persona que nos conducia nos preguntó, señalando á los tules que decoraban los remates de aquellos trajes: ¿Qué creen ustedes que es esto? Yo respondí: Creo que es un tul que se ha unido á la porcelana. Pregunté á mi mujer, y mi mujer creia como yo que era tul. Nuestro guia se sonrió en señal de triunfo, diciéndonos que no lo habiamos mirado bien.

Dicho todo esto, como quien no dice nada ni se paga mucho ni poco del valor de lo que dice, y que a Neluco y a nos había cautivado bastante más que los pedruscos mohosos de la torre, cuya importancia histórica y arqueológica no desconocíamos, se encogió de hombros el solariego volviendo la espalda al edificio, y enlazándonos a los dos por la cintura con sus brazos, nos arrastró hacia el interior de la casa, diciéndonos al propio tiempo: Ahora, enseguidita, a prepararse para la marcha, puesto que se empeñan ustedes en volverse hoy, porque los días son ya muy cortos y no hay tiempo que perder.

Manejé el incensario de lo lindo, aunque loando sus prendas morales con preferencia a las físicas, por parecerme de mejor gusto y no inspirar recelos. Cuando pasaban estas razones entre nosotros, apareció Joaquinita, diciéndonos con sonrisita forzada: Isabel, hija mía, nos acaparas todos los pollos. Déjanos siquiera alguno, por compasión.