United States or India ? Vote for the TOP Country of the Week !


Imaginariamente veía el alto y opresor cuello del uniforme haciendo surgir sobre sus bordes un doble bullón de grasa roja. Los bigotes enhiestos y engomados tomaban un avance agresivo. Su voz era cortante y seca, como si sacudiese las palabras... Así debía lanzar el emperador sus arengas.

Puesto que no se puede expresar todo, Puesto que el amor es infinito, Puedes preguntar a mis ojos Cuánto te quiere mi corazón... ¿Por qué se cruzan de pronto sus miradas? ¿Por qué tiemblan los dos como si una descarga eléctrica les sacudiese los miembros? No pasa una sola hora de la noche Que no se despierte mi corazón; Que no piense en ti, Que no piense que me has dado mil veces tu corazón...

Viendo que no hay posibilidad de escapar, la joven se agazapa como un polluelo, asustado; y cuando él, triunfante, la toma en brazos, su cuerpo esbelto se yergue como si, al contacto de Juan, la sacudiese una conmoción eléctrica.

Cuando enero se aproxima, sobre todo, los millares de naranjas esparcidas por las calles, todas esas cáscaras arrojadas en el barro del arroyo, hacen pensar en algún gigantesco árbol de Navidad que sacudiese sobre París sus ramas cuajadas de frutas artificiales. No hay rincón alguno donde no se vean.

Ante la escalinata del hotel, la esperaba el automóvil, una máquina soberbia que había costado á Sánchez Morueta cincuenta mil francos en París y de la que apenas hacía uso, habituado como estaba al carruaje de sus primeros años de opulencia, el cual, al mecerle sobre los relejes del camino, le hacía pensar en sus negocios, como si el movimiento sacudiese sus ideas adormecidas.

Las mujeres buenas huelen á pescado y á estropajo: estaba seguro de ello... En su lejana juventud, los conocimientos del pobre Caragòl no habían ido más allá. Al quedar solo, agarró un trapo, agitándolo violentamente como si sacudiese moscas. Quería limpiar el ambiente de malos olores. Sentíase escandalizado, como si hubiesen dejado caer una pastilla de jabón en uno de sus arroces.

En el palacio estaban de gran fiesta, sin acordarse de Meñique, ni de que le debían el agua y la luz; cuando de repente oyeron un gran ruido, que hizo bailar las paredes, como si una mano portentosa sacudiese el mundo. Era el gigante, que no cabía por el portón, y lo había echado abajo de un puntapié.