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Y para que Laura no se arrepintiese del pacto tácitamente consentido, Coca se lo estuvo recordando constantemente... harás esto... Yo haré lo otro... te pondrás bonita, pero con tu traje azul de ama de llaves y hasta con un delantalcito muy mono... Yo me emperejilaré con todas mis galas: me pondré flores y polvos; aun me pintaría un lunarcillo en la cara si Adolfo no fuera a notarlo...

¡Qué horror! exclamó la poetisa tapándose la cara con las manos. ¡Se va á tiznar! ¡Si al menos tuviera donde lavarse antes de presentarse á ella!... No importa que se tizne continuó el novelista. Yo pintaría á la dama muy hermosa, , pero con una contracción en el rostro que denotara sus feroces instintos.

Pintaría yo, por último, la guerra sostenida contra los soldados del imperio griego y cómo fueron vencidos. Abu Hafáz entonces se enseñorea de la isla toda y pone su trono y la capital de su dominio en una fortaleza, fundada por él y cuyo nombre fue Candax. Así borró por espacio de siglos su antiguo nombre a la isla que vino a llamarse Candía.

No pintaría mejor su prisión un artista encarcelado durante los años en que las impresiones son más vivas, ni un sedentario la estancia en que ha encerrado su persona y sus ideas en los años maduros.

LORENZA. ¡Qué honor para , maestro...! JOAQUÍN. Querría dejar una imagen inmortal de usted... ¡Mire...! ¡La pintaría tal como está ahora... delante de su principiado lienzo...! Y tampoco resultaría mal que los dos expusiéramos juntos nuestros cuadros... La crítica hablaría de ellos y yo alcanzaría en seguida una mención para usted. LORENZA. ¡Me colma usted de favores...!

Y tal era su poder de obsesión, que Julio veía lo que el otro se imaginaba haber puesto en los ojos de redondez buhesca. El también pintaría almas... almas de mujeres. Con ser tan fácil este trabajo de engendramiento psíquico, Argensola gustaba más de charlar recostado en un diván ó leer al amor de la estufa mientras el amigo y protector estaba fuera.

Quiso el mercader seguirla para averiguar dónde moraba y quién era; pero la dama había desaparecido en el laberinto de las estrechas calles. Pintaría luego la novela el furioso enamoramiento de Abu Hafáz y su desesperación durante cinco o seis días, a pesar de mil cuidados y misteriosos asuntos que le preocupaban y ocupaban.