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Después de los primeros disparos, y tan pronto como los artilleros afinaron la puntería y fijaron matemáticamente las distancias, empezó á notarse que la metralla producía sus efectos; los núcleos rebeldes desaparecían como bloques de hielo derretidos por el sol, y cada vez que las piezas de montaña hacían caer en sus filas una granada de shrapnell, que estallaba con terrible estrépito, veíamos rodar por tierra jinetes y caballos en confusión espantosa.

[163.] Dicen algunos que la cantidad matemática ó el cuerpo matemáticamente considerado, es divisible hasta lo infinito; mas los cuerpos naturales, á causa de que en estos, la forma natural exige una cantidad determinada. Esta era una explicacion que se daba en las escuelas, pero desde luego se echa de ver que se afirman sin bastante fundamento, esas formas naturales que exigen una cierta cantidad, mas allá de la cual no se puede hacer la division. Esto no puede constar ni

Así que qualquiera que haya de instruirse en la Física por los libros que hoy la tratan matemáticamente, si no quiere ser engañado, debe exâminar con particular atencion estas cosas que ponen á los principios de los tratados, como fundamentos de lo que van á establecer. En la Metafísica, y en la Teología todavía es mas difícil que en la Física el uso del método geométrico.

Todo es obra del momento, y nunca hay en nuestra alma dos estados absolutamente idénticos, como no contiene el trascurso del día dos minutos cuya intensidad luminosa sea matemáticamente igual: lo máximo suele estar sujeto á lo minúsculo; á veces una simple frase ó una mirada de ironía, quiebran la recta de una decisión heróica.

El empeño constante del Magistral en la cátedra era demostrar «matemáticamente» la verdad del dogma. «Prescindamos por un momento del auxilio de la fe, ayudémonos sólo de nuestra razón.... Ella basta para probar...». ¡Gran interés ponía en que la razón bastase! «La razón no explica los misterios, es verdad: pero explica que no se expliquen». «Esto es mecánico», repetía, descendiendo gustoso al estilo familiar.

¿Cómo? pregunté sin comprender. Ya nadie juega al bridge, mi amigo, nadie, nadie... salvo los «rastaquères», los cursis, los «guarangos». Sólo por esnobismo pueden hoy jugarlo «dandies» provincianos y trasnochados. Estaría bien jugar para divertirse... Y se ha demostrado matemáticamente que el noventa y cinco por ciento de los que jugaban al bridge se aburrían.

Se hacían reticencias oscuras sobre el obispo, que les hacía prorrumpir en carcajadas desaforadas; se dirigían pullas amistosas acerca de los derechos de pie de altar que cada cual recogía; se hablaba con enternecimiento de la cosecha y se probaba matemáticamente la existencia de Dios.

Esperanza y misterio, aquí el carácter esencial, el sentido íntimo, el alma del arte religioso. No matemáticamente lo que espero, pero que espero. Fuera de aquí, fuera de este horizonte indefinible, no hay epopeya para el arte de la religion. Viene el arte griego, y lo llena todo de luz, lo hace todo brillante, espléndido, provocador, casi lascivo.

Donde quiera casas de igual altura, con puertas, ventanas, techos, piedras y colores matemáticamente iguales en todo y por todo; de manera que cada cuadra parece una sola casa, y que al volver cada esquina cree uno haber comenzado á recorrer de nuevo la misma calle que acaba de transitar.

No cabe ni puede caber duda respecto del sitio que ocupaba el lecho de S. M. y en que lanzó el último suspiro, puesto que lo indica matemáticamente la puerta de comunicación con la iglesia, que se rasgó frente por frente á la cama del César, á fin de que, acostado y todo, pudiese ver el altar mayor y oir Misa cuando sus achaques le impedían dejar el lecho.